Llego a Barcelona a las 14:20h. Esta vez tengo que arreglármelas sola. Las indicaciones son claras; coger el de la vía ocho a Plaza Cataluña.
La estación me parece incluso más grande que la otra vez, y en ella debe estar la mitad de la población de Barcelona.
Me dirijo con paso seguro hacia el andén ocho, hasta que… unos trozos de lo que parecen ser restos de Kiwi, se deslizan bajo el tacón –seis centímetros – de mi bota.
Caigo con una rodilla al suelo. Me pongo roja esperando las risas encubiertas, las abiertas, las miradas descuidadas y las directas. Pero no, nada de eso sucede, la gente pasa por mi lado como si una mujer arrodillada en medio de la estación, formase parte del día día de cada uno de ellos. Cómo me gusta la gran ciudad.
No me equivoco –curioso en mi- cojo el tren correcto y aparezco en Plaza España. Ya sé dónde está la otra mitad de Barcelona.
Advertencia para los que como yo, vengáis de ciudad pequeña: para salir de las estaciones tienes que tikar, igual que para entrar. Porque como tires o pierdas el billete, tendrás que vivir el resto de tus días, vagando por las estaciones, encerrado en los bajos de Barcelona.
Por fin me reencuentro con mi amiga Bonnes y nos vamos a las Ramblas a dotorear. Bonnes localiza a dos reporteros, y sin vergüenza alguna se les acerca.
-Estáis haciendo entrevistas ¿verdad?
-Sí –contesta uno.
-Pues mi amiga es autora. Os la presento, se llama Bela Marbel.
-¿Ah si? Bien y qué escribes.
-Literatura romántica –contesto muy orgullosa.
-Ahhhh, eso… -comenta uno de ellos mirando a otro lado.
-Es que nosotros somos de Círculo –dice el compañero.
-El Círculo vende romántica ¿sabes?
-Ummmhhhh –murmura el primero.
-Ya, encantada –me despido y sigo caminando con la cabeza a la altura de mi enfado –metro y medio, que mi tamaño no da para más - y la moral por los suelos.
-¡Serán… que rabia! –comenta mi amiga.
-Así son las cosas reina. Mira, ni un puesto tiene romántica, a parte de Moccia claro.
-Pero, si es lo que más vende.
-Sí, pero de tapadillo. En los círculos de literatura seguimos siendo el hermano proscrito.
-Venga vamos a comer algo –entramos en una tasca, dónde nos recibe un indio, de los de la India, Asia.
-Hola guapa, guapa. Allí sitio –dice.
-Pero si la mesa es minúscula –me quejo.
-No, tu cabes, guapa, guapa –un montón de manos se pasean por mis brazos, cintura, espalda… yo hago el baile de la serpiente saliendo del cesto, para evitarlas.
-Como me vuelva a poner una mano encima le meto eh? –amenazo.
Por fin conseguimos sentarnos.
-Yo creo –le cuento a Bonnes –que antes de salir de la India, los obligan a decir la palabra guapa, un millón de veces seguidas y si no lo consiguen… nada, que no les dejan salir.
Pedimos unos montaditos y nos traen unas tapas. No sé qué me pasa últimamente, que pida lo que pida, me traen lo que les da la gana. Eso sí, estaban buenísimas.
Salimos de nuevo a las Ramblas. Vale, me había equivocado, en Sants y Plaza España, apenas había un cinco por ciento de la gente que cabe en Barcelona, el resto estaban ahí, a mi alrededor.
-¡Mira! La Obregón ha escrito un libro. Y el marido de Alaska –comento.
-Sí, en este también.
Nos pasamos por el Mercado de La Boquería -que es precioso –y de ahí nos vamos a un sitio llamado El bosque de las hadas.
Mientras tomamos un café, las luces se bajan considerablemente, llegando a perderse por momentos. Oigo truenos a lo lejos.
-Oh, oh –me quejo –me temo que se nos va a joder la firma.
-¿Por? –pregunta mi amiga tan tranquila.
-¿Es que no lo oyes? Hay tormenta.
Bonnes estalla en risas.
-No sé por qué te ríes, si yo me mojo, tú te mojas, guapa.
-Que no hay tormenta, que es del bar. Bajan las luces y ponen música de sonidos de la tormenta en plan…
-¡Joder! En plan “vamos a meterle a Bela un susto que se va a cagar”.
Nos damos cuenta de lo tarde que se nos ha hecho, y de que después de recorrer toda La Rambla hacia abajo, ahora tenemos que remontarla.
-¡Ayyyy!
-¿Qué te pasa, Bonnes?
-Que se me ha montado el dedo pequeño del pie. Ains que dolor.
-Venga que ya solo nos queda, ummhhh toda la Rambla de nuevo.
Con mi amiga cojeando y entre empujones, conseguimos remontar La Rambla. Rectificación, antes solamente el veinte por ciento de Barcelona estaba allí, ahora está Barcelona entera. ¿He dicho Barcelona? Quería decir Cataluña entera.
Entramos en una estación de aparatos transportadores de gente. Sinceramente, a éstas alturas, no sabría decir si es de metro, tren, tranvía… o qué.
Mi amiga y yo charlamos entretenidas hasta que…
-Ups, esta estación no me suena de nada –comenta Bonnes.
-¿Cómo que no te suena?
-Pues que nos hemos equivocado.
-¿Nos? Yo no tengo ni idea, reina.
-Bueno pues en la siguiente nos bajamos y nos vamos a Plaza Cataluña, o quizá el metro hasta la propia Maqui, no, mejor en tren, total es una parada.
-Sra Bonnes decídete.
-Vale, Plaza Cataluña que es más seguro.
Ahora sí que tenemos que apretar el paso, dentro de lo que nos lo permite la cojera de mi amiga.
Bajamos de ese, cogemos otro, aparecemos donde estábamos. Bajamos a otra estación.
-¡Coño! Parece que estemos haciendo una gincana.
-Pues tenemos que acelerar, que vamos justas. Creo que tenemos que coger el de esta vía.
-¿Crees?
-Vamos…
Al girar, vemos a cuatro tíos del personal de seguridad, rodeando a una chica que parece desmayada en el suelo.
-¡Joder! –exclamo.
-Ya se están ocupando –dice mi amiga.
-Sostén mi mochila, tengo que asistirla, es una cuestión de códigos de sanitarios y rollos de esos.
-¡Paso! –alerto a los de seguridad –equipo de enfermería. Dejadme.
Le tomo el pulso, bien. Pupilas, bien. Sudoración, cero patatero. Le levanto un poco las piernas, pido un caramelito…suena mi móvil.
-¿Sí? –contesto.
-Bela, hola.
-¡Doc! Que alegría, cómo vas.
-Bien ¿y tú, qué haces?
-En estos momentos, le levanto los pies a una chica embarazada que se ha mareado, en no se qué estación de tren, o metro, o lo que sea, en Barcelona. Y justo en veinte minutos tengo que estar firmando en la otra punta.
-Ya veo que tu vida es igual de rutinaria que siempre.
-Ehhh, sip. Aunque si lo dices con segundas, la última vez que me llamaste estaba viendo la tele.
-Si y en vez de ver el Sálvame como todo el mundo, tú veías cómo intentaban cargarse a Atila.
-¿Qué puedo decir? Me ponen lo tíos rudos.
-Pues que sepas que este tío rudo, se ha cargado a quién debía y dentro de poco, podré ofrecerte algo –me inunda la alegría y hace que levante los brazos… ¡ups! Se me escaparon las piernas de la chica.
-Hablamos mañana, y dame una alegría ¿eh?
Hablo con la chica, la pongo en la postura de seguridad y después de comprobar que está bien, llamo a su marido y la dejo en manos de los de seguridad esperando a los sanitarios.
Una última equivocación antes de coger el tren, o lo que sea que nos lleva a La Maqui.
Con Megan, Regina y Lia. |
Llegamos justitas a la Fnac. Un chico alto, rubio, delgado pero musculoso, con bonitos ojos color chocolate, se me acerca. Mi sobrino. Veo que las mujeres le miran con admiración y… algo más. Pero aún siendo muy guapo, es mi niño y los colmillos empiezan a crecerme a modo de advertencia.
Megan ya está allí cuando llego, y pronto llegan Lía y Regina y comienza la firma.
Noelia y su chico vienen a verme. Estoy hablando con ellos, cuando diviso en la cola que ha hecho Megan, a mi compi de cafés virtuales de la tarde.
Al finalizar nos vamos a tomar unas cerves y una hamburguesa.
-Umhhh ¿no hay hamburguesas de mi tamaño? –pregunto a Nini.
-Pídete un menú infantil.
-Buena idea. Me das un menú infantil y de beber… cerveza.
-Me temo que la cerveza no va a poder ser.
-Te aseguro que tengo más de dieciocho.
-Eso es evidente –lo miro con cara de querer matarlo –pero es que la cerveza no entra en el menú infantil.
con Megan Maxwell |
-Ah, claro. Pues agua.
-Pues yo ahora trabajo de teleoperadora –sigue contándome Nini.
-Pues con esa voz, cariño, se van a pensar que han llamado al teléfono erótico –una alergia hace que Nini luzca una hermosa afonía.
El machomén y taxista general, de la sra Bonnes, vamos el sr. Bonnes, viene a recogernos. Primera parada el hotel de Megan.
Pasamos por una torre iluminada en todos azul.
-¡Mira, un pene fluorescente! –grito.
-Es nuestra torre fálica –me cuenta Bonnes.
-Pues vuestra torre fálica carga hacia la izquierda –comento.
-La verdad es que sí parece que esté un poco torcida –me da la razón Ele, mi compañera de café virtual.
-Estamos en Vía Augusta, Megan –dice el señor Bonnes -¿cómo se llama el hotel?
-Alfreda, creo –contesta Megan –si lo veo sé cual es. Mira ese.
-Hotel Belagua –lee Ele.
-¿No he dicho eso? –pregunta Megan.
-Ni te has acercado.
Siguiente parada Barberá.
Mi sobrino le explica al sr. cómo llegar hasta su casa, que es donde yo voy a dormir.
-¿Qué número te ha dicho? –pregunta la sra Bonnes.
-No me ha dicho número, me ha dicho al final de la calle –veinte minutos después llegamos al final de la calle en cuestión.
-Pues voy a llamarlo a ver dónde me dejas.
Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro tonos, cinco tonos… ¡por fin!
-Oye que estoy en el bar Córdoba.
-¿Qué? –me contesta una voz somnolienta.
-¿Te he despertado?
-Sí cariño, me has despertado. Mañana me levanto a las cinco ¿recuerdas? y me llamas para decirme que estás en un bar –el corazón me da un vuelco.
-¡Ups! Mi amor, me he equivocado.
-No pasa nada. Que descanses –cuelgo antes de que le de tiempo a enfadarse.
Mis amigos me miran con curiosidad.
-He despertado a mi marido. Pero me sigue queriendo, debe ser que le echo muy buenos polvos.
con Megan y Regina |
Por la mañana y ya en la estación, voy hacia el Mcdonals a por un café. Un tío está metiendo una bolsa sospechosa en un hueco de un cajero. Saco mi móvil decidida a llamar a la policía, cuando un perro pasa delante de mi como una ráfaga, directo a la bolsa.
Acabo de ver cómo entrenan a un perro policía en directo. Y yo solo puedo pensar, que espero que lo estén entrenando contra la química y no contra mi “medicación natural contra la migraña”.
Al sentarme a degustar mi café, me doy cuenta de que una chica que está leyendo un libro, mientras degusta su desayuno, me mira con curiosidad.
Se fija especialmente en las flores tatuadas en mi brazo y luego, me mira a la cara y sonríe. La chica levanta el libro, y ahí veo mis Espirales, ahora soy yo la que sonríe abiertamente mientras me dispongo a sacar la pluma que me regaló mi hermana.
Gracias Barcelona.
Con Jordi lector empedernido. |
7 comentarios:
JAJAJAJAJA... q fuerte, que día más divertido (si quito el dolor de dedo claro). Niña no era la Plaza España a la que tenías que llegar, sino a la Plaza Catalunya jajajaja... y sip, para nuestra "inritación" ni un solo libro de literatura romántica en las paradas, ni uno, eso si, la Obregon que no falte... el año que viene Bela y yo ya hemos quedado en montar aunque sea un top-manta con libros de romántica, gritaremos ¡¡Venga nenas que nos los quitan de las manos, nos los quitan de las manos!! jajaja ;-)
Un besote reina
Ostrtas como me he reido!!!! Gracias por mencionarme!! Sigo con voz porno por cierto! Jajajajajaj!!!!
Me ha encantado conocerte!!! Espero volver a verte pronto!!!
Ja ja ja es verdad, voy a corregirlo. Y el año que viene top manta.
Gracias a ti por ser tan requetemaja, besazos.
Las grandes ciudades, es lo que tienen. Hay que tener mucho cuidado porque sino te pierdes en un plis, plas. Como te lo pasas, jodía!!! Un beso
La verdad es que lo pasamos en grande.
Ese mismo día andaba yo por la Rambla buscando a un amigo escritor.....¡no se veían ni las baldosas!
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