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domingo, 30 de octubre de 2011

La huella-HALLOBLOGWEEN 2011


Como cualquier otra noche, el cansancio se acumulaba en su cuerpo, el sudor, los movimientos cada vez más pausados, era lo normal a esas horas. El reloj del ordenador que se  habían dejado encendido, marcaba las cuatro y treinta y dos.
Los giros mecánicos del trapo sobre la mesa borraban una y otra vez, las huellas que durante todo el día se habían depositado en ella, gente, historias. Vidas.
Cada huella hablaba de la vida de alguien. Un niño evidentemente inquieto (pequeñas huellas por todas partes), un hombre grande, asustado, sudoroso (dos únicas y enormes huellas casi imborrables).
Y el olor, olía a perfume de mujer, hacía ya muchas horas que habían terminado las consultas, pero el aroma de la última persona que había entrado aún perduraba, una mujer.
A sus compañeros les sorprendía su capacidad para deducir estas cosas, ella en realidad no sabía en que momento había comenzado a fijarse, pero ahora era como una obsesión. Esperaba con ansiedad el momento de entrar y comenzar a imaginarse las historias de toda esa gente, la gente que pasaba por allí y dejaba sus huellas.
Era una pena lo de aquel médico, una persona agradable, siempre la saludaba y se despedía antes de irse, deseándole buenas noches. Siempre tenía una palabra amable para ella, y para todo el mundo, por se le apodaron “doctor amable”.
El “doctor amable”  veía a sus pacientes en la consulta seis. Las investigaciones sobre su muerte ya habían finalizado. A ella le tocaba ahora limpiarla como cada noche, como si no hubiera pasado nada.
Sintió miedo, un miedo estúpido, se dijo a sí misma, pero la mente humana es así, somos capaces de sugestionarnos hasta límites insospechados. Se armó de valor y entró.
El miedo persistía, la sensación de frío, el rechazo a estar ahí, le habría gustado salir corriendo, pero con qué excusa.
Se imaginó corriendo por el pasillo y gritando “he visto un fantasma”.
Le quedaba el consuelo de pensar, que si era igual muerto que vivo, por lo menos sería un muerto agradable.
Echó un vistazo rápido por el despacho, su bata, sus zuecos, sus huellas, lo único vivo y caliente que aún quedaba de él, y ella lo iba a borrar.
La vista se dirigió hacia la mesa, como una autómata la roció de limpiador, y empezó su ritual.
 Estas huellas son del doctor, las conocía muy bien. Ambas manos bien extendidas y abiertas rozando dedos índices y pulgares. Borradas en un momento.
Aquí había unas que se le resistían, por más que frotaba no había forma. Parecía la huella de una mujer, quizá un adolescente, con las manos muy sucias, no, era de mujer, se veía delicada, fina, suave, imborrable, así debía ser su dueña, imborrable.
-Me arriesgaré a estropear la mesa, pero ninguno de vosotros espectros vivientes, os vais a quedar aquí, no si yo puedo evitarlo -.
Se dejó el alma en ello, podríamos decir que se la dejó literalmente, pero lo consiguió, la borró.
Las fuerzas comenzaron a fallarle, justo en el mismo momento en que sintió su presencia. Miró hacia todas partes. Buscó, su cabeza y sus ojos se movían en todas direcciones. Notó una brisa en la nuca, no era el aliento frío que se supone caracteriza a los muertos, era tibio, pegajoso, espeluznante.
Le temblaron las piernas, no conseguía que sus dientes dejaran de chocar unos contra otros y aún así se volvió, quería verla, necesitaba saber como era la dueña de la huella.
Hermosa, clara, dulce, atrayente, irresistible, tétrica y terrorífica.
En diez segundos pensó en infinidad de posibilidades. Sería quizá el atormentado espíritu de la amante del doctor agradable. Tal vez una paciente fallecida antes de tiempo, un familiar clamando venganza…
Podría ser… alguien a quien el doctor no había conseguido salvar y cuya alma torturada se había quedado  atrapada en la consulta.
El corazón comenzó a latir desbocado, sintió la boca seca. Su respiración qué le estaba pasando. Un sudor frío recorrió su columna. Sentía las manos congeladas y los pies, qué le pasaba a sus pies, quería correr pero no la obedecían. Al fin cayó al suelo. Apretó los dientes y consiguió llegar hasta la puerta arrastrándose.
Para entonces su respiración no era más que un jadeo, se alzó todo lo que pudo y logró alcanzar el pomo de la puerta. No se abrió. Miró desesperada la ventana pero a esas alturas no le quedaban fuerzas, su boca apenas exhalaba un ligero silbido que sonaba aterrador, habría gritado se la voz hubiese querido salir de su garganta, pero no fue así.
Ese olor, rancio, oscuro, absorbente, se coló por su nariz inundando sus sentidos hasta que se dejó ir, se fue con ella, con la aterradora sombra que se hacía ahora visible ante ella.
Y la muerte volvió a dejar su huella donde debía estar.





viernes, 28 de octubre de 2011

Camino Córdoba III

Es altamente recomendables que leáis Camino Córdoba I y II.
Hemos llegado a Córdoba, al pueblo en el que vive mi hermana.
-¿Y ahora para dónde? –pregunto a nadie en particular.
-Cuando llegues allí, te vas hacia dentro –me contesta Josy en su línea.
-Claro, claro, y ahora alguien que hable mi idioma por favor.
Josy me mira ceñuda.
-Al final de esta calle a la derecha –me dice Ali.
Paramos el coche en la puerta, lo que tienen los pueblos del tamaño de una caja de cerillas es que aparcas donde te da la gana y sin zona azul. A pesar de ello todo el mundo tiene “cochera” claro que nadie paga vado.
Mi hermana mayor sale del portal  -bata de felpa incluida- y se dirige a nosotras con los brazos abiertos y una sonrisa que no le cabe en la cara.
Cargadas con las bolsas de equipaje subimos a su casa, aunque algo más ligeras porque las empanadillas descansan ya en la tripa de Nube y su bichito.
Mi hermana Lesa –la mayor- saca pijamas para todas.
-No, yo tengo el mío –contesto.
-¿Cepillo de dientes? –me pregunta.
-Tengo.
-¿Enjuague?.
-Tengo.
-¿Peine?
-Tengo.
-Aquí no hace falta que vengas cargada, yo tengo de todo de repuesto –me dice mi hermana.
-En realidad siempre llevo todo eso en el bolso –le contesto.
-¿Si? –yo asiento con la cabeza.
-¿Y qué más llevas? –me pregunta Nube.
-Ummmhhh, tiritas, paracetamol, kleenex, tapones para los oídos, pilas, caramelos, libreta, boli, pinzas de depilar –sigo rebuscando- tijeras, aguja e hilo y…
-Virgen santísima y ¿para qué llevas todo eso? –se asombra Lesa.
-Por si acaso.
-Sí, por si acaso estalla la tercera guerra mundial y no le da tiempo a abastecerse.
-Pues mira, ahora además llevo condones de fresa ¿queréis?
-Quita quita –me dice Lesa con los ojos como platos. Mi cuñado que no había intervenido en la conversación hasta el momento, viene raudo hacia mi.
-Niña –le dice a su mujer –le vas a hacer ese feo a tu hermana, ya los guardo yo –coge dos, los mira, coge otros dos y desaparece por su habitación.
-Voy a llamar a Ace para decirle que hemos llegado bien –informo.
Un tono, dos tonos, tres…
-Hola guapa, ¿qué tal el viaje?
-Lo normal, hemos pinchado, casi mato a Josy, Nube tiene más gases que el Enterprise…
-¿El Enterprise tenía gases?
-Pues claro cómo iba a funcionar si no. Tienes cosas de peón camionero.
-Cariño qué te tengo dicho de decir refranes.
-Que nunca me los sé. Esta vez qué he dicho mal.
-Es peón caminero no camionero.
-Pues a mi me suena mejor camionero.
-Cielo los peones camioneros son como los vampiros.
-¿Chupasangres?
-No, solo existen en tu imaginación.
-Buenas noches –cuelgo algo enfadada.
Nos sentamos alrededor de la chimenea para cenar, empiezan a salir platos de la nada. En Andalucía siguen sacando platos hasta que alguien cae al suelo por sobredosis de tocino.
-Bela –me nombra Ali –al final tú no has dicho nada vergonzoso.
-Es que todavía estoy intentando decidirme –le contesto.
-Pues decídete pronto o voy a contar cómo descubriste hacia que lado se pone la parte que pega en las compresas –se mofa Ali.
Las capullas de mis hermanas se echan a reír, mi cuñado sigue cenando.
-Nube, quieres que cuente yo, dónde pusiste el agua la primera vez que hiciste una cafetera –me vengo.
La cosa se pone caliente por momentos. Más risas.
-Ja, yo tengo una mejor, jajajaja ay que me da, ¿te acuerdas de la primera vez que te depilaste las axilas con cera en casa Bela?
Un NO seco sale de mis labios.
-Sí mujer –insiste y ahora se dirige al resto –yo me la veo salir del baño llorando.
-¿Lloraste? –se extraña Nube –pero si tu te depilas to…
-Exceso de información –me quejo.
-Esto, quiero decir que no te duele casi.
-Lloré más que Candy Candy en su peor día –le digo.
-Pues eso, que sale con los brazos pegados al cuerpo…
-Venga, hasta yo sé que así no hay quien se depile las axilas –se ríe Nube.
-Pues el problema es que se puso la cera y no pensó en que tenía que mantener los brazos en alto.
Todas me miraron, mi cuñado seguía dando cuenta de la cena. Las carcajadas no tardaron en hacer acto de presencia.
-¿Pero qué…? –intenta decir Ali.
-Sí, me quedé pegada y no podía levantar los brazos y la capulla de tu hermana disfrutó de lo lindo separándomelos y juré sobre una Biblia como esta –señalo un libro que saco de mi bolso- que nunca más.
-Bela eso es Sushi para principiantes. 
-La Biblia Nube, la Biblia –le contesta Ali.
Unas horas más tarde extendemos unos colchones en el salón y nos arremolinamos todas juntas.
-Oye, por qué no llamamos al tete y le preguntamos qué es lo más vergonzoso que ha hecho él –dice Nube.
-Porque es la una de la mañana –contesta Josy.
-¿Y qué? –replica Ali –trae yo lo llamo.
-No te atreverás –digo yo.
Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro…
-¿Qué pasa?
-Hola hermanooooo –las cuatro a la vez –Lesa está horrorizada.
-Dios ¿sabéis qué hora es? –pregunta.
-Sí –contesta Ali –pero pensábamos que estarías preocupado por cómo hemos llegado y eso.
Silencio.
-Estamos bien –grito yo al teléfono que sostiene Ali.
-Por poco tiempo –contesta él.
-Creo que se ha enfadado –dice Ali.
-Pregúntale, pregúntale –ánima Josy por lo bajini.
-Hermano estamos jugando a una cosa, ¿qué es lo más vergonzoso que has hecho en tu vida?
-Pues… te daré alguna pista, aún no lo he hecho, y tú y tus hermanas lo vais a ver en primera fila.
-Ups, ehhh buenas noches que descanses.
-Ya, lo mismo digo.
-Creo que se ha enfadado –sentencia Josy.

jueves, 20 de octubre de 2011

La fiesta II

LA FIESTA (Segunda parte)

 Ya hemos llegado, estamos en Barcelona y yo no tengo ni siquiera la menor idea del nombre de la discoteca, que como definición en el diccionario de Alicia, viene a ser “sitio cerrado en el que la gente pretende no ser responsable de sus actos, borrar amores con clavos nuevos o simplemente joder a la amiga que lleva al lado enrollándose con la mitad de dicho espacio”.
 Como requisito fundamental, entre persona y persona han de correr, una, dos o las tres palabras mágicas, sexo, drogas y alcohol.
 Yo no soy ninguna de esas chicas o chicos y si lo fuese apuntaría a la de los clavos nuevos, si, acabo de dejarlo con mi novio y mi mejor amiga se llama Nocilla.

 Clara corre hacia la entrada y se apresura hacia la barra para pedir algo, yo ingenua, me dejo pedir por ella, sabiendo que se me va a ir la paga y acabaré sedienta  por que no pienso probar gota.
 Acto seguido unos chicos se acercan a nosotras y nos piden salir a bailar.
 Llevan unas camisetas de tirantes que dejan ver sus músculos y sus tatuajes, en el lóbulo de la oreja llevan el pendiente que puso de moda Popeye, claro está que sus intenciones no son conquistar a un par de Olivias, pero eso a Clara poco le importa, con lo cual sale a bailar mientras yo me quedo en la barra observando y lamentando que mi madre me haya dejado salir.

 -Mamá aprende a ser como las demás! Dime que no y me quedaré en casa rechistando, lo tiraré todo al  suelo y me declararé en huelga de hambre -le dije antes de salir.
 -¡Ay por dios! Alicia sal y diviértete que nunca lo haces, además si la opción de quedarte en casa es romper cosas prefiero que le des la noche a Clara -me refunfuñó.

 Antes de salir de casa se oye a mi madre gritar:
 -Yo no soy normal porque tu tampoco lo eres!

 Y ahora tenía a Clara alardeando del Popeye falso.

 -Es muy guapo Ali, muchísimo! -me dice emocionada.
 -Haber Clarita, que lo único que quiere es estudiar anatomía contigo! -le contesto intentando hacerla entrar en razón.
 -Pero Ali encima te quejarás! Siempre estás diciendo que ninguno tiene dos dedos de frente, y con este hasta admites que quiere estudiar conmigo! No te entiendo.
 -Muy bien, haz lo que quieras, luego no vengas llorando.
 -Por qué?, crees que se suspenderé si me ayuda a estudiar? -me pregunta curiosa.
 -No cielo, tu tienes tus dos anatomías muy bien puestas.
 -Joder tia, siempre piensas en lo mismo, necesitas a otro ya! Necesitada -me reprocha.

 Ignorándola decido acabar la conversación volviéndome un ser extraterrestre  para mi amiga por que le doy un trago al vaso de coca cola con 43 y me dirijo a la parte donde chicas y chicos se restriegan como si fuesen perros.
 Así que dejo de ser una avestruz y meter la cabeza bajo tierra y decido convertirme en...bueno alguna clase de animal altivo y atractivo-sugerente, para luego arrepentirme cuando llegue a casa.
                                                                                 Simplemente Alicia

sábado, 8 de octubre de 2011

La cosa se complica.

Mi amiga Mery, de la que ya os he hablado en alguna ocación, ha pedido ayuda por el face para colgar estanterías y montar muebles, está arreglando la casa evidentemente.
-Okis, se lo digo a Ace y a ver si llama a algún coleguita.
-Okis, besos.
Unos días después Ace me llama por teléfono.
-Nena ¿era hoy cuando íbamos a casa de tu amiga a lo de los muebles?
-Sí, ¿has conseguido liar a alguien más?
-A Sergio –me contesta.
-¿Pero a Sergio guaperas? –le pregunto yo.
-Y yo que sé si es guaperas.
-Es que… -empiezo a decir.
-Es que ¿qué? querías ayuda ¿no?
-Si, si. Nada no pasa nada, creo.
-Bela… hay algo que debería saber y no sé.
-Ehhh, no nada. Quedamos allí a las siete.
Los tres esperando que Mery abra la puerta, y cuando lo hace nos encontramos a una Mery sofocada, con un pequeño vaquero roto, una camiseta como tres tallas más grande decorada con manchas de comida y rotulador, más algún roto y el pelo recogido en una antiestética cola de caballo.
Al abrir la puerta y distinguir a Sergio entre los visitantes, un destornillador viaja desde su mano al pie descalzo.
-Me cago en la puta de oros.
-¿Te has hecho daño? –osa preguntar Sergio acercándose y recogiendo el destornillador.
-Tu qué coño haces aquí –espeta mi amiga con muy malas pulgas.
-Mira que eres agradable –contesta Sergio.
-¿Os conocéis? –indaga Ace mientras los tres clavan sus ojos en mi.
-¡Ah! ¿No os lo había dicho? Que despiste –contesto yo a nadie en particular entrando en la casa sin más demora.
-Ya la estás liando –me dice Ace en voz baja viniendo detrás mía.
-No sé de qué me hablas.
Sergio ha puesto cara de que no se le ha ocurrido nada bueno y sin más se acerca a Mery le planta un beso en los morros y le coge el trasero con ambas manos.
-¿A qué has venido? –pregunta Mery entre sorprendida, enfadada y extasiada.
-A montar muebles, creo.
-Pues la última vez que miré en el culo no tenía muebles.
Sergio levanta las manos en son de paz y da un paso hacia atrás con media sonrisa dibujada en la cara.
-¿A ver qué muebles son esos? –interviene Ace.
Mery nos lleva hasta un cuarto aparentemente infantil.
Los chicos se ponen enseguida en plan hombre, sacan herramientas, separan, ordenan y de paso mandan, a nosotras claro.
-Ehhhh Bela ¿me ayudas en otra habitación? –pregunta Mery.
-Claro –contesto deseando escaparme de las ordenes de los patrones. Me da la impresión de que ellos ni siquiera se han dado cuenta de que hemos desaparecido.
-¿Existe algo que le guste más a los tíos que una herramienta eléctrica? –pregunto a mi amiga.
-Claro tía, el fútbol.
Cuando estamos completamente a salvo de sus miradas y completamente protegidas de sus oídos gracias al ruido de las susodichas herramientas, Mery me agarra por los brazos.
-Pero que bueno está.
-¿Quién? –pregunto.
-Quién va a ser, tu marido no te jode.
-Oye guapa que mi Ace está muy bien.
-Sabes por qué lo digo.
-Claro porque estás colada por Sergio.
-Que va, si es un ligón de playa. Es sólo que tiene un polvazo.
-Vamos que te mola.
-Mogollón.
-Pues cualquiera lo diría.
-Si a él le mola que me haga la dura –me dice dirigiéndose a la cocina.
-No te puedes imaginar la pereza que me da este juego vuestro, menos mal que estoy casada.
Mery abre la nevera y saca unas cervezas.
-Vamos a llevarles combustible, ¿sabes? Creo que si tuvieras que jugar serías la reina.
-Pues yo creo que me habría hecho lesbiana.
-Cariño los juegos de los gays son igual de complicados.
-Pues a monja.
-Anda que los jueguecitos de Dios.
En cuanto entramos en la habitación me abrazo a Ace.
-Cariño no sabes cuanto te quiero –le digo apasionada.
-Yo también, pero te querría más si me dejarás terminar este agujero.
Así es mi Ace, todo romanticismo y efusividad, pienso yo.
Al volverme me doy cuenta de que Segio se ha quitado la camiseta y luce unos abdominales tipo tableta y un pectoral a juego, Mery le mira embobada, de un momento a otro se va a poner a babear y él decide dejar el.. el… el esto que esta usando para… para… para lo que sea. Extiende la mano reclamando su cerveza y mi amiga lo intenta, de verdad que lo intenta, da un paso pero…
-¡Cuidado! –gritamos los otros tres a la vez.
Demasiado tarde Mery ha caído a los pies de Sergio y las cervezas han rodado alrededor. Sus manos en un intento desesperado por mantener el equilibrio se han aferrado al pantalón de chándal de mi amigo y lo han arrastrado en su caída dejando a la vista un calzoncillo tipo slip.
Sergio apoya las manos en las caderas pacientemente mientras niega con la cabeza.
-¡Joder, joder, joder! –grita Mery llevándose la mano a la dolorida espinilla.
-Cariño si eso es lo que querías, solo tenías que pedírmelo –dice Sergio mientras se coloca el pantalón y se agacha ofreciendo su ayuda a Mery.
-¡Vete a la mierda chuleras! –contesta ella poniéndole una cerveza  en la mano y antes de que Sergio reaccione, mi amiga le hace el favor de abrírsela. Teniendo en cuenta el viajecito del bote en cuestión, en cuanto la chapa cede, el líquido ámbar se dispara hacia la cara del pobre chico que cae de culo.
Naturalmente mi amiga rompe a reír como una loca.
Tres horas después queda tan solo una estantería que poner, ahora ya, en el salón. Y en ello están Sergio y Mery mientras Ace y yo recogemos.
-Sujétala bien –indica él.
-Deja de dar órdenes ya –se queja ella.
Oímos un golpe seco y vemos a Sergio blanco como la pared, con los ojos fuera de las órbitas y una estantería que antes no estaba ahí, encima de su pie.
-¿Para qué coño la sueltas? –grita Sergio.
-Porque me estás poniendo de los nervios con tanto grito y tanta orden.
-Me despelotas, me empapas, me lesionas… ¿tratas así a todos los tíos con los que te acuestas?
-No, contigo estoy dando lo mejor de mi.
-Un momento –interrumpe Ace -¿vosotros dos…?
-Cariño déjalo que no te enteras –contesto yo.
-Ace llévame al hospital que creo que la loca esta me ha roto algo.
Mery sin darse por aludida mira hacia otro lado.
Dos horas después Ace entra en la sala de espera en la que esperamos Mery y yo.
-Ha sido esguince –nos informa –voy a acercar el coche. Por qué no entráis  a ayudarlo.
Durante el tiempo de espera Mery había comprado bombones para hacerse perdonar.
En la puerta (cortina) del box nos cruzamos con dos enfermeras.
-¿Ha visto lo bueno que está? Vaya abdominales –dice una.
-Pues yo juraría que te ha guiñado un ojo.
-¿Tu crees?
-Le has gustado te lo digo yo.
Yo suspiro temiendo la reacción de mi amiga. Al entrar le tira los bombones encima, con tan mala suerte que dan en sus partes más queridas y masculinas.
-¡Aaauuuuu! ¡socorro enfermera se ha colado una loca! –grita Sergio.
-No te quejes que no estarás tan dolorido si andas guiñando ojos y coqueteando con todo quisqui capullo.
-¿Celosa? –pregunta con una provocativa sonrisa.
-Ja, más quisieras.
-Ven aquí –ordena él.
-Ni hablar –contesta mi amiga, avanzando un paso.
-Que vengas.
-Que no joder –dos pasos más.
-Un poco más cerca.
-No, es no –dice Mery dándole con el dedo en el pecho repetidamente.
Sergio le agarra la muñeca y la tira sobre él dándole un beso que hace que yo mire a otro lado, y en ese momento entra la enfermera a la que le han guiñado un ojo.
-Este no es sitio para eso –protesta.
Mi amiga se pone una mano a la espalda y guarda cuatro dedos en un puño mientras eleva el llamado corazón al cielo.