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miércoles, 25 de abril de 2012

De rodillas en Barcelona, o Diada de Sant Jordi




Llego a Barcelona a las 14:20h. Esta vez tengo que arreglármelas sola. Las indicaciones son claras; coger el de la vía ocho a Plaza Cataluña.

La estación me parece incluso más grande que la otra vez, y en ella debe estar la mitad de la población de Barcelona.

Me dirijo con paso seguro hacia el andén ocho, hasta que… unos trozos de lo que parecen ser restos de Kiwi, se deslizan bajo el tacón –seis centímetros – de mi bota.

Caigo con una rodilla al suelo. Me pongo roja esperando las risas encubiertas, las abiertas, las miradas descuidadas y las directas. Pero no, nada de eso sucede, la gente pasa por mi lado como si una mujer arrodillada en medio de la estación, formase parte del día día de cada uno de ellos. Cómo me gusta la gran ciudad.

No me equivoco –curioso en mi- cojo el tren correcto y aparezco en Plaza España. Ya sé dónde está la otra mitad de Barcelona.

Advertencia para los que como yo, vengáis de ciudad pequeña: para salir de las estaciones tienes que tikar, igual que para entrar. Porque como tires o pierdas el billete, tendrás que vivir el resto de tus días, vagando por las estaciones, encerrado en los bajos de Barcelona.

Por fin me reencuentro con mi amiga Bonnes y nos vamos a las Ramblas a dotorear. Bonnes localiza a dos reporteros, y sin vergüenza alguna se les acerca.

-Estáis haciendo entrevistas ¿verdad?

-Sí –contesta uno.

-Pues mi amiga es autora. Os la presento, se llama Bela Marbel.

-¿Ah si? Bien y qué escribes.

-Literatura romántica –contesto muy orgullosa.

-Ahhhh, eso… -comenta uno de ellos mirando a otro lado.

-Es que nosotros somos de Círculo –dice el compañero.

-El Círculo vende romántica ¿sabes?

-Ummmhhhh –murmura el primero.

-Ya, encantada –me despido y sigo caminando con la cabeza a la altura de mi enfado –metro y medio, que mi tamaño no da para más - y la moral por los suelos.

-¡Serán… que rabia! –comenta mi amiga.

-Así son las cosas reina. Mira, ni un puesto tiene romántica, a parte de Moccia claro.

-Pero, si es lo que más vende.

-Sí, pero de tapadillo. En los círculos de literatura seguimos siendo el hermano proscrito.

-Venga vamos a comer algo –entramos en una tasca, dónde nos recibe un indio, de los de la India, Asia.

-Hola guapa, guapa. Allí sitio –dice.

-Pero si la mesa es minúscula –me quejo.

-No, tu cabes, guapa, guapa –un montón de manos se pasean por mis brazos, cintura, espalda… yo hago el baile de la serpiente saliendo del cesto, para evitarlas.

-Como me vuelva a poner una mano encima le meto eh? –amenazo.

Por fin conseguimos sentarnos.

-Yo creo –le cuento a Bonnes –que antes de salir de la India, los obligan a decir la palabra guapa, un millón de veces seguidas y si no lo consiguen… nada, que no les dejan salir.

Pedimos unos montaditos y nos traen unas tapas. No sé qué me pasa últimamente, que pida lo que pida, me traen lo que les da la gana. Eso sí, estaban buenísimas.

Salimos de nuevo a las Ramblas. Vale, me había equivocado, en Sants y Plaza España, apenas había un cinco por ciento de la gente que cabe en Barcelona, el resto estaban ahí, a mi alrededor.

-¡Mira! La Obregón ha escrito un libro. Y el marido de Alaska –comento.

-Sí, aquí también están, y en este puesto…

-Sí, en este también.



Nos pasamos por el Mercado de La Boquería -que es precioso –y de ahí nos vamos a un sitio llamado El bosque de las hadas.

Mientras tomamos un café, las luces se bajan considerablemente, llegando a perderse por momentos. Oigo truenos a lo lejos.

-Oh, oh –me quejo –me temo que se nos va a joder la firma.

-¿Por? –pregunta mi amiga tan tranquila.

-¿Es que no lo oyes? Hay tormenta.

Bonnes estalla en risas.

-No sé por qué te ríes, si yo me mojo, tú te mojas, guapa.

-Que no hay tormenta, que es del bar. Bajan las luces y ponen música de sonidos de la tormenta en plan…

-¡Joder! En plan “vamos a meterle a Bela un susto que se va a cagar”.


 
Nos damos cuenta de lo tarde que se nos ha hecho, y de que después de recorrer toda La Rambla hacia abajo, ahora tenemos que remontarla.

-¡Ayyyy!

-¿Qué te pasa, Bonnes?

-Que se me ha montado el dedo pequeño del pie. Ains que dolor.

-Venga que ya solo nos queda, ummhhh toda la Rambla de nuevo.

Con mi amiga cojeando y entre empujones, conseguimos remontar La Rambla. Rectificación, antes solamente el veinte por ciento de Barcelona estaba allí, ahora está Barcelona entera. ¿He dicho Barcelona? Quería decir Cataluña entera.

Entramos en una estación de aparatos transportadores de gente. Sinceramente, a éstas alturas, no sabría decir si es de metro, tren, tranvía… o qué.

Mi amiga y yo charlamos entretenidas hasta que…

-Ups, esta estación no me suena de nada –comenta Bonnes.

-¿Cómo que no te suena?

-Pues que nos hemos equivocado.

-¿Nos? Yo no tengo ni idea, reina.

-Bueno pues en la siguiente nos bajamos y nos vamos a Plaza Cataluña, o quizá el metro hasta la propia Maqui, no, mejor en tren, total es una parada.

-Sra Bonnes decídete.

-Vale, Plaza Cataluña que es más seguro.

Ahora sí que tenemos que apretar el paso, dentro de lo que nos lo permite la cojera de mi amiga.

Bajamos de ese, cogemos otro, aparecemos donde estábamos. Bajamos a otra estación.

-¡Coño! Parece que estemos haciendo una gincana.

-Pues tenemos que acelerar, que vamos justas. Creo que tenemos que coger el de esta vía.

-¿Crees?

-Vamos…

Al girar, vemos a cuatro tíos del personal de seguridad, rodeando a una chica que parece desmayada en el suelo.

-¡Joder! –exclamo.

-Ya se están ocupando –dice mi amiga.

-Sostén mi mochila, tengo que asistirla, es una cuestión de códigos de sanitarios y rollos de esos.

-¡Paso! –alerto a los de seguridad –equipo de enfermería. Dejadme.

Le tomo el pulso, bien. Pupilas, bien. Sudoración, cero patatero. Le levanto un poco las piernas, pido un caramelito…suena mi móvil.

-¿Sí? –contesto.

-Bela, hola.

-¡Doc! Que alegría, cómo vas.

-Bien ¿y tú, qué haces?

-En estos momentos, le levanto los pies a una chica embarazada que se ha mareado, en no se qué estación de tren, o metro, o lo que sea, en Barcelona. Y justo en veinte minutos tengo que estar firmando en la otra punta.

-Ya veo que tu vida es igual de rutinaria que siempre.

-Ehhh, sip. Aunque si lo dices con segundas, la última vez que me llamaste estaba viendo la tele.

-Si y en vez de ver el Sálvame como todo el mundo, tú veías cómo intentaban cargarse a Atila.

-¿Qué puedo decir? Me ponen lo tíos rudos.

-Pues que sepas que este tío rudo, se ha cargado a quién debía y dentro de poco, podré ofrecerte algo –me inunda la alegría y hace que levante los brazos… ¡ups! Se me escaparon las piernas de la chica.

-Hablamos mañana, y dame una alegría ¿eh?

Hablo con la chica, la pongo en la postura de seguridad y después de comprobar que está bien, llamo a su marido y la dejo en manos de los de seguridad esperando a los sanitarios.

Una última equivocación antes de coger el tren, o lo que sea que nos lleva a La Maqui.

Con Megan, Regina y Lia.
Llegamos justitas a la Fnac. Un chico alto, rubio, delgado pero musculoso, con bonitos ojos color chocolate, se me acerca. Mi sobrino. Veo que las mujeres le miran con admiración y… algo más. Pero aún siendo muy guapo, es mi niño y los colmillos empiezan a crecerme a modo de advertencia.

Megan ya está allí cuando llego, y pronto llegan Lía y Regina y comienza la firma.

Noelia y su chico vienen a verme. Estoy hablando con ellos, cuando diviso en la cola que ha hecho Megan, a mi compi de cafés virtuales de la tarde.


Al finalizar nos vamos a tomar unas cerves y una hamburguesa.

-Umhhh ¿no hay hamburguesas de mi tamaño? –pregunto a Nini.

-Pídete un menú infantil.

-Buena idea. Me das un menú infantil y de beber… cerveza.

-Me temo que la cerveza no va a poder ser.

-Te aseguro que tengo más de dieciocho.

-Eso es evidente –lo miro con cara de querer matarlo –pero es que la cerveza no entra en el menú infantil.

con Megan Maxwell
-Ah, claro. Pues agua.

-Pues yo ahora trabajo de teleoperadora –sigue contándome Nini.

-Pues con esa voz, cariño, se van a pensar que han llamado al teléfono erótico –una alergia hace que Nini luzca una hermosa afonía.

El machomén y taxista general, de la sra Bonnes, vamos el sr. Bonnes, viene a recogernos. Primera parada el hotel de Megan.

Pasamos por una torre iluminada en todos azul.

-¡Mira, un pene fluorescente! –grito.

-Es nuestra torre fálica –me cuenta Bonnes.

-Pues vuestra torre fálica carga hacia la izquierda –comento.

-La verdad es que sí parece que esté un poco torcida –me da la razón Ele, mi compañera de café virtual.

-Estamos en Vía Augusta, Megan –dice el señor Bonnes -¿cómo se llama el hotel?

-Alfreda, creo –contesta Megan –si lo veo sé cual es. Mira ese.

-Hotel Belagua –lee Ele.

-¿No he dicho eso? –pregunta Megan.

-Ni te has acercado.

Siguiente parada Barberá.

Mi sobrino le explica al sr. cómo llegar hasta su casa, que es donde yo voy a dormir.

-¿Qué número te ha dicho? –pregunta la sra Bonnes.

-No me ha dicho número, me ha dicho al final de la calle –veinte minutos después llegamos al final de la calle en cuestión.

-Pues voy a llamarlo a ver dónde me dejas.

Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro tonos, cinco tonos… ¡por fin!

-Oye que estoy en el bar Córdoba.

-¿Qué? –me contesta una voz somnolienta.

-¿Te he despertado?

-Sí cariño, me has despertado. Mañana me levanto a las cinco ¿recuerdas? y me llamas para decirme que estás en un bar –el corazón me da un vuelco.

-¡Ups! Mi amor, me he equivocado.

-No pasa nada. Que descanses –cuelgo antes de que le de tiempo a enfadarse.

Mis amigos me miran con curiosidad.

-He despertado a mi marido. Pero me sigue queriendo, debe ser que le echo muy buenos polvos.

con Megan y Regina
Por la mañana y ya en la estación, voy hacia el Mcdonals a por un café. Un tío está metiendo una bolsa sospechosa en un hueco de un cajero. Saco mi móvil decidida a llamar a la policía, cuando un perro pasa delante de mi como una ráfaga, directo a la bolsa.

Acabo de ver cómo entrenan a un perro policía en directo. Y yo solo puedo pensar, que espero que lo estén entrenando contra la química y no contra mi “medicación natural contra la migraña”.

Al sentarme a degustar mi café, me doy cuenta de que una chica que está leyendo un libro, mientras degusta su desayuno, me mira con curiosidad.

Se fija especialmente en las flores tatuadas en mi brazo y luego, me mira a la cara y sonríe. La chica levanta el libro, y ahí veo mis Espirales, ahora soy yo la que sonríe abiertamente mientras me dispongo a sacar la pluma que me regaló mi hermana.

Gracias Barcelona.



Con Jordi lector empedernido.






Con Elena Presnedo Entre Ramas Románticas



Con Ninive, Elena Entre Ramas Románticas y Megan Maxwell  escritora.




miércoles, 18 de abril de 2012

VI ANIVERSARIO DE BODAS



-¿Te gusta el hotel? –pregunta mi marido.
-Está chulo, mira tiene piscina en la entrada.
-Lo sé, y jacuzzi en la habitación. Lo reservé yo ¿recuerdas?
-Sí, pero que sepas que todavía no te he perdonado por el retraso.
-¿En qué puedo ayudarles? –nos pregunta un chico flaco y ojeroso, que se encuentra detrás del mostrador.
-Reservé una habitación para este fin de semana a nombre de Ace, Cheny Ace.
-¡Ahhh! Sí peroooooo un problema de última emmmmhhhh hora, nos ha obligado a tener que… cambiarles.
-¿Qué problema? –pregunta mi marido.
-Ummmhhhh, una avería.
-Ya, en el jacuzzy ¿no? –pregunto yo.
-Ehhhh sí.
-A este hombre le cuesta más hablar que  moverse, eso teniendo en cuenta que se mueve más lento que una anémona –susurro a mi marido.
-¿Las anémonas se mueven? –me pregunta Ace también entre susurros.
-Sip, pero tan despacio que es imperceptible al ojo humano. Mira, mira, está a punto de coger la llave.
-Venga que casi es tuya –anima Ace.
Ring, ring, ring…
-Mierda el teléfono. No, no te desvíes –suplico –primero la llave.
Pero no tenemos tanta suerte claro, justo cuando sus dedos casi rozan el casillero, desvía su dirección hasta el teléfono.
-¡Joder! Pero si ya casi estaba –gruñe Ace.
-Respira, respira, que ahora tiene que hablar.
-Ehhh Hoteeeeel Felices ehhhhh Vacaciones.
-Y largas –respondo.
Diez minutos después cuelga, mi marido está de color azul y un humo de intenso gris sale por sus fosas nasales. Juraría que hasta tiene cuernos. Tengo que dejar de leer a Sheryll Kenyon.
La mano del espécimen que habita en el interior del mostrador vuelve a intentar coger la llave, vemos como roza la misma…
-Por fin…-
Plin plin. Una pareja go-gos. Plin Plin Plin.
-¿Eso es necesario? –les pregunto ante su insistencia en tocar la campanilla.
-Es la única forma de que despierte, créeme –me dice la go-go hembra.
Le arranco la campanilla de la mano y me pongo a darle como una loca.
El espécimen en cuestión abre los ojos de par en par, y hace amago de entregarnos la llave.
-Ummmmmhhhhhhh, sigan el pasillooooooo, yyyyyy a la derecha.
-Sí, al fondo a la derecha, como siempre –el hombre, en respuesta sube y baja la cabeza mal disimulando un bostezo.
Mi marido le arranca la llave de la mano y nos vamos hacia la habitación. Nos extraña que esté en la planta baja pero… no vamos a discutir con Don Anémona.
-¡Jo-der! –comenta Ace al ver la habitación. Pequeña, una cama de 1.15 de ancho por 1.70 de largo, una mesita de noche de los divinos ochenta y… nada más.
-Tranquilo, si para lo que vamos a parar aquí.
-Me van a oír –lo veo salir airado, con pinta de matar a alguien y lo sigo.
-¡Quiero hablar con el encargado! –grita al recepcionista.
-Ehhh un momento –lo vemos desaparecer por una puerta trasera.
-Ehhhh la primera puerta, al lado del ehhhhh mostrador –me asomo por el mostrador hacia el lugar en el que sale la voz. Un interfono.
Llegamos hasta la nombrada puerta y Ace abre sin llamar. Nos encontramos en un despacho, que hace unos veinte años fue elegante. Un pesado escritorio reina el centro del despacho, detrás del cual, hay un sillón de skay que nos da la espalda. El sillón se vuelve lentamente y…
-Tú –dice mi marido.
-Eeeehhh me han dicho que ummmmhhh querían hablar con esto… el encargado.
-¿Te han dicho? ¿te estás quedando conmigo?
-Ummmhhhh no.
-Déjalo Ace, vamos a disfrutar del fin de semana tranquilos. Pasa de la habitación.
Ace me mira, mira al tipo, que bosteza impertérrito y cogiéndome de la mano me lleva a la habitación.
Después de arreglarnos un poco, ya sabes; ducha, sexo, ropa… salimos a cenar. Como es pronto nos paramos a tomar una cerveza en un bar cualquiera, donde un tipo de unos cincuenta o sesenta o setenta –vaya usted a saber- años, bebía cerveza y contaba batallitas la cantinero y al otro único cliente. Y por supuesto a nosotros.
-Vosotros que sois jóvenes ¿os lo podéis creer? Yo hippy toda mi vida, he vivido en una comuna por todos los santos.
-¿Santos? –pregunta Ace.
-Es un decir hombre –protesta el Hippy.
-Pues va mi hija y se casa con un broker, ¡un corredor de bolsa! Que disgusto.
-¿Es un tío chungo? –pregunta el cliente alternativo, que debe dedicarse a la compra venta de sexo.
-No, es buena persona, pero cuando estuve en su casa… -el hombre movió la cabeza negativamente remarcando su disgusto.
-¿Un desastre de casa? –pregunto yo.
-No –remarca el hombre, dando un largo trago a su cerveza –impecable. Pon  unos chupitos de Tequilas, yo invito.
-¿Tan malo? –pregunta Ace.
-Sip, salud –limón, sal y para dentro.
-¿Y…un psicópata? En EEUU dicen que hay muchos –murmura el camarero, como si estuviera contando un secreto.
-No. ¡Es millonario! ¡Un maldito corredor de bolsa millonario! –suena un móvil. El tipo se echa la mano al cinturón y lo coge.
-¿Los hippys llevan móvil? –pregunto a mi marido en susurrante.
-Este sí.
-Lo siento pero me tengo que ir –nos dice –mi mujer está a punto de dar a luz, es muy joven y tiene miedo. Quiere que esté con ella. Aunque probablemente mate a sus padres, antes de que termine el parto.
-¿Parto en casa? –pregunto.
-Por supuesto, como nuestra madres y abuelas que…
-Que morían de parto a los cuarenta.
-Bela…-me advierte Ace.
Por fin en el restaurante.
-Que sepas que va a costar que te perdone, esta vez el retraso es de diez días.
-Me perdorás.
-No sé yo –titubeo.
-La última vez que me retrasé ¿me perdonaste?
-Me diste un regalo de la lista por cada día de retraso, cinco regalos! Pues claro que te perdoné. Un momento, ¿me vas a regalar diez cosas? Te podías haber esperado dos días más, y me das la lista entera. No habrás descartado los botines, porque los necesito, tengo unos rojos, unos negros, unos marrones y unos azules, pero no tengo ningunos color caramelo son imprescindibles y el perfume, apenas me queda, no puedes…
-O te callas o no hay regalo –amenaza. Yo hago el gesto de cremallera en boca.
Me entrega una cajita de terciopelo rojo.
-¿Un anillo? No estaba en la lista, pero bueno…
-Ábrelo –lo abro despacio, los que me conozcáis sabéis que no me gusta romper el papel de regalo. Cuando abro la caja, la mandíbula se me descuelga.
-Son… son… es… es…
-Brillantes, seis, uno por cada año. Son pequeños pero… espero que te guste.
-Cariño, me acabo de correr.
-Pero que burra eres.
-No es broma. Dame la mano. Esa no, la que tienes en mi rodilla –la pongo justo donde tiene que estar -¿Lo ves?
-¡Camarero! La cuenta –grita Ace.
-¿Y el postre?
-Te lo doy en el hotel, tranquila.
Cuando llegamos al hotel una conga de gogos machos y hembras, nos coge y nos pone a dar vueltas con ellos. Al conseguir escapar estamos tan cansados que no sabemos si podremos cumplir con nuestro primer objetivo.
Conseguimos entrar en la habitación. Mi marido se dirige a la ventana.
-Vamos a abrir un poco, que entre el aire de la noche. En vez de el aire entran una retahíla de suspiros y grititos, nos asomamos y vemos a dos gogos machos, practicando el arte amatorio.
-Bonitas vistas al almacén –le digo a mi marido.
-Vaya corte de rollo –contesta él.
-Seguro que si fueran dos tías, estarías como una moto.
-Créeme eso es bueno para ti.
-¿Tío tenéis un condón? –nos pregunta el de abajo.
-Creo que sí –contesto girando la cabeza para intentar mirarlo a la cara.
Mi marido se saca uno de la cartera y se lo tira. Después cierra la ventana.
-Se acabó la función, vamos a dormir y mañana será otro día.
-Me lo dices en serio.
-Estoy roncando.
Salimos por la mañana y le decimos al hombre anémona que pueden ir a hacer la habitación que estaremos fuera unas horas. Volvemos a mediodía.
-¿Sabes creo que el mostrador es el habitat natural del hombre anémona? –le digo a Ace.
-¿Por?
-Te has dado cuenta que siempre que salimos o entramos está ahí, sea la hora que sea.
-Es verdad.
Al entrar en la habitación vemos la cama sin hacer.
-¡Me cago en todo lo que se menea! –grita Ace.
-Cariño y que más da si vamos a deshacerla –Mi marido me mira elevando ligeramente el labio, dispuesto a atacar.
-Espera –interrumpo –voy a avisarles de que no vengan ahora.
                        **************************************
-Chica pues a mi los gogos me gustan, dan buenas propinas –dice una de las chicas de la limpieza del hotel, abriendo la puerta de la habitación 001.
-¡Guau! Esa postura le tengo yo que decir a mi marido que la quiero probar…
-¡Fuera de aquí! –grita Ace.
Las chicas salen a la carrera, y mi marido se deja caer en la cama.
-¿Volvemos a casa? –pregunta.
-Feliz aniversario, cariño. Ha sido un fin de semana inolvidable –comento mirando mi anillo recién adquirido.
Al salir a recepción nos dirigimos al recepcionista, el de siempre claro.
-Perdona, tenéis servicio de cafetería.
-Ehhhhh, por supuesto, ehhhh en frente.
Nos damos la vuelta y tras cuatro pasos al frente estamos en la cafetería.
-¿Hay alguien ahí? –pregunta Ace.
De debajo del mostrador vemos sobresalir una cabeza con ojeras.
-Ehhhhh sí, ¿querían algo?
-No me lo puedo creer –río yo.
-Pero como…
El hombre anémona nos pones dos cafés, leeeetos muy lentos.














jueves, 12 de abril de 2012

Sushi, Starbucks y flores de Bach o presentación de Espirales en Fnac Madrid


Con Noelia Amarillo y Lucía de Vicente







-Al final, el camino ha sido fácil -le digo a mi marido cuando estamos entrando en Madrid.
-Espera, que aún no hemos llegado.
-No, pero casi. Estaba yo cagada con M40, pensando que entraríamos en un bucle del que no podríamos salir.
-Mira salida, catorce. Recuerda que tenemos que salir en la diez.
-Trece... Doce... Siete ¿Siete?
-¿Cómo que siete?
-Te lo juro, y ahora pone siete/seis.
-¿Pero que ha pasado con las once, diez, nueve, ocho.
-Y yo qué sé. De verdad que no estaban.
-Mira que te he dicho, que las fueses mirando tú.
-Que las iba mirando, te lo prometo. Pero no están. Oye a lo mejor a Gallardón le daban tirria esos números y los eliminó.
-Si claro. Mira, ahí pone hacia Vallecas. Vamos a entrar, a ver si salimos a la Gavia.

En Vallecas.

-¿Y si preguntamos?
-No es necesario. Tú mira los carteles.
-¿Estás seguro?
-¿De qué?
-De que quieres que yo mire los carteles. Con lo fácil que sería preguntar.
-Que manía tenéis las mujeres de preguntar cosas que están indicadas.
-Pues yo llego a todas partes preguntando.
-Por eso siempre llegas tarde.
-Ja. Ups, acabamos de pasar un cartel que ponía Centro Comercial La Gavia.
-Te agradecería que me avisases antes y no cuando ya lo hemos pasado.
-Sí, eso estaría bien ¿verdad?

En el centro comercial

-¿Dónde habéis quedado? -me pregunta Ace.
-En la puerta de la Fnac.
-Y por qué no las llamas y les dices que ya estás aquí.
-Porque no. Ahora nos veremos.
-Hay varias puertas -me recuerda.
Ring, ring, ring.
-¿Sí? -respondo al teléfono.
-¿Dónde estás?
-Dentro de la Fnac, en la parte de arriba.
-Nosotras estamos en esa puerta.
-Ya salgo.
Al salir veo a Noe (Noelia Amarillo) echándose unas gotas a la boca.
Saludos y más saludos.
-¿Dónde comemos? -pregunta Ángela.
-Pues con las colas que hay, solo podemos meternos en el japonés. ¿Os gusta el sushi?
-No -contesta Ace.
-Tranquilas comerá fideos -informo yo.



En el japonés.

Sentados todos a la mesa. Noe se echa a la boca otras gotitas.
-Hay que comer con palillos que la comida japonesa no sabe igual, que con los cubiertos.
Yo, por si acaso, agarro mi tenedor con firmeza.
Abrimos los palillos, yo me quedo mirando los que me han tocado a mi. Veo que mis amigas comienzan a comer con los suyos.
-Oye esto está mal, a mi me han tocado unos defectuosos.
-¿Por qué? -pregunta Noe.
-Porque los míos están pegados.
-Es que tienes que despegarlos tú.
-Ups, los de la capital como sois.



Después de la comida fuimos a tomar café. Como no, al Starbucks. Nunca me he sentido tan cosmopolita. Cualquiera diría que ando por Nueva York en vez de por Vallecas.
Para los que como yo no lo sabéis, en Starbucks te pones a la cola, pides tu café, les das un nombre y cuando está te llaman y te dan el café que a ellos les da la gana.



-¿Que quiere?
-Un capuccino con crema de leche.
-Frapuccino?
-No, capuccino sin nata, con crema de leche.
-Sin nata?
-Sí.
-Pídeme un cortado -me dice Ace.
-Cariño estás en el Starbucks, vive peligrosamente, no sé, pide un especial con mocca.
-Me casé contigo ¿recuerdas? tengo el cupo de aventuras y peligros más que cubierto. Cortado.
-Me van a mirar mal.
-Cortado.
-Y póngame también un cortado -le digo al camarero.
Él me mira enarcando las cejas y gira su vista hacia el panel de especialidades. Lo sabia. Niego con la cabeza.
-Cortado -repite mi marido mirando muy serio al camarero.
-Ah, claro -contesta éste. Será capullo.
-Noelia!!!!!!
-El mío -dice mi amiga -Está bueno, raro pero bueno.
-Bela!!!!!
-Yo -lo cojo -¿Y por qué está frío?
-El frapuccino es frío.
-Ya, pero yo había pedido un capuccino con crema de leche.
-Pues yo también te he entendido frapuccino.
-No me ayudes Noe -le digo.
-Perdona -le dice un chico al cajero -Me habéis llamado pero no veo el mío.
-Pues está... en la mano de esa señora.
Noe mira su vaso -pues aquí pone Noe... Javi, pone Javi.
-Pues va a ser el mío.
-Mis gotas, necesito mis gotas -declara Noe.
-El suyo es este -le dice el camarero dando a Noe uno de chocolate.
-Es que el chocolate no me gusta -comenta el chico.
Noelia acaba en la mesa con dos capuccinos de medio litro, uno de choco y otro de caramelo. Y veinte eurazos menos en la cartera.
-¿Para que son las gotas que tomas? -le pregunto.
-Son flores de Bach, ya sabes que me pongo muy nerviosa en las presentaciones, así es que las tomo para tranquilizarme.




En la presentación.

Sentadas a la mesa, Noelia Amarillo, Lucía de Vicente y servidora Bela Marbel.
Fernando, el técnico de sonido, nos está retocando los micrófonos.
-Levántalo y acércatelo a la boca -me dice.
-No me digas obscenidades que soy una mujer casada -contesto. El chico me mira sin comprender. Pues a mi no me parece que mi sentido del humor sea tan retorcido.
-¿Sabes que lo que sale por este micro se oye en toda la Fnac? -me informa Lucía.
-Ups -ahora es cuando mi sentido del humor no me gusta ni a mi.
-Creo que me voy a tomar otra gotita -informa Noe.
-Como no te tomes el frasco entero después de los dos cafés de a litro que te has cascado, me parece a mi que no... -le digo.
-¿Empezamos? -pregunta Fernando.

Gracias a todos los que habéis asistido, a pesar de las fechas a las que estamos. Poner mis presentaciones en fechas imposibles, es un don que tengo.

La primera, la puse el mismo día que todo el mundo hacía la cena de empresa de Navidad. Hubo gente que no pudo ni aparcar y tuvo que irse sin verla. La segunda, coincidió con una manifestación de los maestros, hubo cuarenta mil personas, eso sí, con pancartas y gritos en contra del ministerio y del gobierno. La tercera coincidió con el encuentro RA en Madrid, y yo presenté en Barcelona, y ahora en plena Semana Santa en Madrid, cuando una buena parte de Madrid está en mi tierra, Alicante.

No obstante, siempre superáis mis expectativas y venís a apoyarme. Gracias, mil gracias.




Con Violeta Lago
Presentando


                                   



Mis chicas queridas



Con Lala Nuno
Leyendo y riéndonos

Con Ana Martín mi chica fuerte.



V tuyo o mío

Con Fernando técnico de sonido de Fnac

domingo, 1 de abril de 2012

SEXO CIBERESPECIAL


Mi amiga Clo me manda un mensaje por face.

Trrrrlllll –así suenan los mensajes en mi portátil -.

-Hola, lo he hecho he quedado con él.

-¿Pero vas a ir sola?

-Pues claro, si no cómo voy a conocerlo en profundidad –ya me entiendes-.

-Ya lo conoces en profundidad virtual petarda,  ¿y si es un psicópata?

-No lo es tía, lo conozco.

-No lo conoces, tener sexo virtual con un tío, no hace que lo conozcas.

-¡Pero que SEXO!

-Aunque sea con mayúsculas sigue siendo sexo.

-Oye, si tu vinieras por estas tierras ¿no quedaríamos a tomar café?

-Pues claro.

-Pues te conozco igual que a él.

-Yo no recuerdo haber hecho guarradas contigo.

-Ja. Además que si lo que temes es que quiera propasarse conmigo en cuanto me vea, pues… ¡ojalá!

-Oye cualquiera diría que llevas siglos sin…

-Nena en una sesión ciberespacial, no mejor dicho, CIBERESPECIAL con este chico, me lo he pasado mejor que en siete años con el innombrable.

-Descanse en paz.

-Eso.

-Vale, vale. Pero usa precauciones ¿eh?

-Lo haré.

Dos días después.

Trrrrllllll.

-¡Cloe por Dios!, estaba a punto de llamar a la policía ¿dónde estabas?

-He pasado los últimos días con Diego.

-Así se llama ¿eh?

-Sip, snif.

-¿Y es un sociópata? ¿ha intentado que comas mucho para luego quitarte la piel?

-Nop, snif.

-¡¿Peor aún?! Vive con su madre muerta en el sótano.

-Nop. Snif.

-Oh no! es un friky.

-Nop.

-Feo y contrahecho.

-Nop y nop, además ya lo había visto en cibersexo ¿recuerdas?

-Pues si ni es friky ni psicópata, ni más feo que un pie ¿qué le pasa?

-Es un caballero.

-¿Existen? Bueno, además de en mis novelas, digo.

-Sip, paga la cuenta, mueve la silla y lo peor…

-¿Aún peor? –ironizo.

-Nada de sexo hasta que no nos conozcamos mejor.

-Pero si ya lo habéis hecho y más raro que el normal.

-Eso se lo cuentas a él.

-¿Y lo has mandado a paseo?

-¡Y una mierda!

-Esa boquita.

-Está como un camión y me ha dicho que le gustó y puede llegar a enamorarse de mi.

-Y a ti se te ha derretido hasta el alma, claro.

-Síp. Además somos almas gemelas. Nacimos para estar juntos.

-Y eso lo sabes por…

-Porque nacimos el mismo día, a la misma hora, en el mismo hospital. Y nuestras madres estaban juntas en la misma habitación.

-Niña, eso el destino y lo demás tonterías.

-Lo sé.

-Tengo que escribir un relato sobre esto.

-¡Ainsss! –suspira virtualmente mi amiga.

-¿Cuándo le vuelves a ver? –pregunto.

-El fin de semana que viene. Ya te cuento. Uyss te dejo, que me están llamando por chat. ¡Es él!

-Pues que disfrutes reina.