TODOS LOS LIBROS DE SELECCIÓN RINCÓN ROMÁNTICO A TAN SOLO UN EURO

UN EURO

sábado, 6 de abril de 2013

Madrid, no te muevas que voy!


PRIMERA PARTE

Tururururú -cojo el teléfono y miro el washap.

-Hermana ¿cómo vas?
-Ya estoy, te recojo en casa de mamá -contesto.
-Pk -mi hermana no controla mucho lo de escribir en el móvil. Tras suponer un ok, corro como una posesa, ya que he exagerado mi situación. Me meto rapidamente en la ducha y una hora y veinte washap después, toco al timbre de casa de mi madre.
-Hermana baja que te estoy esperando -le digo al telefonillo.
-La madre que te parió... - uf! que telefonillo más mal hablado.
Aún no os he contado por qué hemos quedado. Pues es que es la presentación de mi segunda novela, Mi tierra eres tú, en Madrid, en la LiVritienda de Éride. Son las once y la presentación es a las siete y media, tiempo de sobra, pienso yo, mi hermana no opina igual a juzgar por su cara cuando me ve.
-No me digas nada, que llevo una mañana terrible -le advierto -. Otra mentira, a este paso mi nariz llegará a Madrid antes es que yo.
-¿Una mañana terrible? -me pregunta -¿Te has levantado a las seis para ayudar a tu hija mayor con su examen? ¿Has limpiado tu casa, ya a estas horas? ¿Has levantado y vestido a dos niños más y dejado algo de comer preparado a tu marido? ¿Has sacado al perro a pasear? ¿Has montado a los tres en el coche y los has dejado entre el cole y casa de tu madre, porque te tienes que ir a Madrid a acompañar a tu hermana a su presentación y tenéis previsto salir antes de las diez? ¿has descubierto al llegar, que la susodicha hermana no está lista a la hora que habíais quedado?
-¿Es una pregunta trampa? -le digo saliendo disparada hacia el coche en ese mismo momento, con ella detrás amenazándome con su súper bolso de súper mamá.
-Yo te pego -me amenaza. Y de hecho, al final me alcanza.
-¡Ay! ¿pero qué llevas ahí dentro?
-Una cosillas, ya sabes cosas que puedo necesitar con los niños.
-Ya estamos otra vez. Siempre que salimos de viaje es igual ¿te das cuenta de que no llevas a los críos? -le digo mientras nos subimos a mi coche.
-Y yo qué sé, será la costumbre. ¿Has llamado al tete para lo del coche? -el tete, es nuestro único hermano chico; no digáis lo de pobrecito. Y lo del coche es que me lo va a dejar, porque el mío con más de doscientos mil km a la capota, no llega a Madrid ni pasado mañana.
-Quedé con él la semana pasada.
-Llámalo -por una vez le hago caso.
-Dime hermana -contesta mi hermano.
-Que voy para allá a por el coche.
-¿Hoy?
-Si voy para allá, se considera dentro de hoy, sí.
-¿Pero no era ayer?
-¿Fui a por tu coche ayer?
-No, me extrañó la verdad.
-Pues porque no era ayer. ¿Qué pasa?
-Que hoy me viene fatal, porque... -he dejado de escuchar, ni siquiera estoy pensando en que no llego a Madrid, pienso en la bronca de la super mami, por no haber llamado antes a mi hermano. Y claro, me pongo a reírme, y claro, me gano una calvotá.
-¡Au! -grito.
-Alquila uno, yo te lo pago -me ofrece mi tete.
-Quita, que eso es mucho follón, a ver dónde voy y además sabes que yo no uso tarjetas de crédito, no me lo dan. Mira yo te dejo el mío hoy, que para moverte por aquí no te da problemas.
-Bueno, vale. Espero que no me los dé.
-Gracias hermano.
-¿Te lo deja?
-Sí.
Saco el coche de dónde lo había aparcado para hablar, y nos dirigimos a La Fragua, que es uno de los restaurantes de mi hermano.
Tras un intercambio de llaves y de miradas de recelo y advertencia, mi hermano saca la cartera y me da una tarjeta descuento en una gasolinera, una de puntos y no sé qué más.
-Lo primero que tienes que hacer es poner gasolina. ¿Algo que decirme del tuyo?
-Ummhh ¿que si te da tiempo le des una lavadita? -intento.
-Algo que me importe.
-Ah eso, pues no.
En el coche de mi hermano por fin, y camino de Madrid. Las doce, aún hay tiempo.
-¿A qué gasolinera ha dicho que vayamos? -me pregunta Ivi.
-Al salir a la izquierda, la del nombre raro.
-Pues esta es una Repsol de las de toda la vida.
-A ver si se refería a la otra izquierda -salimos de la gasolinera y después de dar la vuelta a la rotonda tres veces, terminamos de nuevo en la Repsol.
-A tomar por saco los puntos y el descuento.
Por fin en marcha, ahora sí. Las doce treinta.
Nos estamos divirtiendo, cantando canciones de esas que solo nos gustan a nosotras, contándonos anécdotas, de esas que solo nos hacen gracia a nosotras, hasta que suena el teléfono de mi hermana.
-Es tu hermano -me dice Ivi -se pregunta por qué coño no le has dicho que a tu coche no le quedaba ni una gota de gasolina.
-Umh, para qué, lo iba a ver en cuanto lo pusiera en marcha. Además eso no lo dice él, el tete no nos habla así, eso es cosas tuya.
-Él solo ha preguntado, el coño es de mi cosecha.
-Lo sabía.
-Dice que si quieres que te diga como va el coche.
-Pregúntale para qué sirve esto redondo que llevo entre las manos?
-Muy graciosa. se refiere a las luces y demás...
-Lo sé, dile que no se preocupe que miro los dibujitos ¡anda! mira que mono uno que muestra unas luces ¿servirá para encenderlas?
-Guarda tu ironía para alguien que la aprecie. Gracias hermano, dice que no, que lo entiende todo, luego te llamaremos cuando se de cuenta de que algo se le escapa.
-Se me va a escapar una patada, en tu dirección -mi hermana cuelga.
-Pobre -dice.
-Me ha parecido oír cómo lloraba -me extraño.
-Sí, gemía mientras susurraba, mi coche, por qué lo habré hecho, mi coche... o algo así.

SEGUNDA PARTE

Y por fin, llegamos a Madrid.

-Y ahora qué -pregunta mi hermana.
-Saca mi móvil y le mando un wash a Lucía -Lucía es mi editora - a ver por dónde anda -.
-Se puede saber por qué lo llevas en silencio.
-La costumbre.
-Tienes treinta y siete wash, veinte mensajes y cuarenta y cinco llamadas perdidas. ¿Le has dicho a alguien a qué hora llegabas?
-Más o menos. Mira los wash.
-Se preguntan dónde estás, si llegas a comer, si te has perdido...
-Dile que dónde están que nos acercamos.
-A cuál de todas.
-A la que quieras. Bueno, llama a Lu y a Noelia primero que son las que me presentan.
-No me cogen. ¿Seguro que te presentan?
-Tranquila, yo siempre lo llevo todo muy organizado. Wash a Lala Nuño.
-Dice que vayamos a Pácifico que están comiendo allí.
-Y para una de Alicante Pácifico está en...
-Eso le estoy diciendo. Toma ya, por lo que dice estamos al ladito.
-Joder que buena soy.
-Aparca ahí.
Aparco, me dirijo a la máquina de los tiket de la zona azul y lo colocó. No, no se me ha olvidado esta vez.
Supone para mi una inmensa alegría reencontrarme con amigas a las que solo veo una vez al año, que leen  lo que escribo y disfrutan con ello. De esas amigas, que al encontrarte trescientos sesenta días después, te reciben como si hubieseis estado juntas apenas hace tres horas.
Me encuentro con la sorpresa de que mi querida Neka ha hecho un gran esfuerzo y al final me ha dado la gran sorpresa y se ha presentado. Nos sentamos junto a ellas y nos ponemos al día, tras pedir un pincho de tortilla y un café con leche, única opción de comida a las cinco de la tarde.




Veo que Lala, Violeta, Neka y Chus, giran su taza de café hasta ponerla boca abajo.
-¿Y eso?
-Lala nos va a leer los posos -me contesta Violeta.
Me termino el café con leche de un trago y le doy la vuelta. Cuando llega mi turno Lala coge mi taza y la mira muy concentrada.
-Veo...veo...ummhhhh
-¿Qué cojones ves?
-Eso.
-¿El qué?
-Dos cojones.
-Los que tú tienes hermosa -me quejo -¿cómo vas a ver en la mía dos cojones? si has estado viendo contratos, frenos, tipos sexys... ¿por qué a mi me ves cojones?
-Porque los tienes bien gordos -azuza mi hermana.
-Muy graciosa. ¿Y eso qué significa? -insisto.
-A mi no me preguntes, yo leo, no interpreto. Tú sabrás.
-Por lo menos estarás viendo el paquete completo ¿no?
-Ummmhhh.... -vuelve a mirar con interés la taza -No.
-No me jodas, ¿y qué se supone que voy a hacer con eso y sin lo otro? quiero mi paquete al completo.
-Pues pide otro café a ver si te sale en el otro -añade Chus.
-Buena idea -Dejo el bolso en la silla y me dirijo a la barra.
-Un café, esta vez solo, no vaya a ser culpa de la leche.
-¿Le pasaba algo a la leche? -me pregunta el camarero.
-No, no, es por lo de los cojones -le contesto. Él me mira levantando una ceja. Yo desvío la mirada al techo. Mira que tengo rápida la lengua.
El chico pone el café en la barra, me lo bebo de un trago a modo de chupito y cuando va a coger la taza se la arrebato de las manos.
-Ni se te ocurra -le digo.
-Yo... solo iba a fregarla.
-No hasta que yo no vea mi paquete al completo -maldita lengua. Me doy la vuelta todo lo dignamente que puedo y vuelvo a mi mesa.
-Ten ¿qué ves?
-Tu teléfono ha sonado -me informa Lala.
-¿Eso ves?
-No. Eso lo he oído, el de verdad, el que tienes en el bolso.
-Ah, lee.
-Veo líos, mantente alejada.
-¿Líos? pero líos de qué.
-No sé. Tú mantente alejada.
-¿Y mi polla?
-Y yo que sé. Estará paseando por Alicante.
-Otro café -le pido al camarero a voz en grito.
-Oye que tienes que presentar, y te vas a poner nerviosa.
-Nerviosa me voy a poner como no complete la anatomía de mi paquete, lee.
Tres cafés más tarde, conseguimos llegar al coche.
-Oh, oh -dice mi hermana.
-¿Qué pasa?
-Te han puesto una multa.
-¿Pero por qué? si tenía puesto el ticket.
-Sí, se te acababa a las... hace cuarenta y cinco minutos.
-Venga que aún puedes anularla -me dice Neka, con un toque de lúcida embriaguez.
Corro hacia el cacharro de la hora, se llame como se llame.
Tras siete intentos y la inestimable ayuda de un amable madrileño, la multa queda anulada.
-Llama a Lu y dile que vamos para allá, a ver por dónde.
Siguiendo las instrucciones de mi editora conseguimos no perdernos hasta la plaza de los toreros. Una vez allí, ya nos perdemos con creces.
-Pero si estaba aquí al lado -me dice Lala. Ni se te ocurra meterte en La Castellana que no salimos.
-Pero es que tengo que subir.
-Pero no, a la Castellana...
-¿Qué?

-Nada, ya nada.
-Cuidado con este que está saliendo que te da.
-Joder ya lo veo. ¡Eh, para! -le grito.
-Bela el claxon, pita -me sugiere Neka.
-Mierda de pito dónde estará -me quejo mientras observo como el otro coche se acerca peligrosamente.
-Llamo al tete y le pregunto cómo funciona su coche -se ríe mi hermana.
Toqueteo con insistencia todo el volante en busca del dichoso ruido.
-Mira en el extremo del palito de las luces -me dice Lala.
Mecccccckkkkk. El coche por fin se para.
Siete vueltas y varias llamadas después, me conseguimos llegar y lo dejamos en el parking más cercano, a unas dos calles.
Una vez allí, me encuentro con Lu, Sidney, Lorena y familia, Ana y familia, Angie, Helena, y por supuesto Noelia.
Justo antes de empezar recibo una llamada de mi marido.
-Hola guapo, perdona que no te haya llamado, es que no veas el lío...
-No te preocupes, ¿va todo bien?
-Sí, en realidad sí.
-Me ha llamado tu hermano.
-¿Y cómo se ha enterado?
-¿De qué?
-¿Qué? No de nada, de nada. ¿Qué quería?
-Bela...
-No es nada, ya te contaré.
-Ha reventado la rueda del coche.
-¿Del mío?
-El suyo lo tienes tú ¿no?
-¡Jopetas! ¿Está bien?
-Sí, dice que si tienes algo más que decirle, aparte de que no tenía gasolina y no le has echado aire a las ruedas, y no tenía agua...
-Tal vez lo del aceite.
-¿Qué?
-Te dejo que va a empezar.


























Durante la presentación nos reímos muchísimo, hablamos del libro, de mis proyectos, y de los personajes que pululan por mi cabeza. Damos por finalizada la presentación.

Después de buscar mis gafas de vista por todas partes las doy por perdidas, tengo que hacer el camino de regreso con lentillas, lo que está mal porque con ellas solo veo a corta distancia, imposible leer carteles. Claro que con lo bien que los interpreto tampoco es que importe mucho.
Vamos a por el coche.
-A ver si están por aquí -me dice Ivi.
-Que no, que no las veo -muevo los bolsos, las chaquetas... nada, no aparecen.
 Media hora después conseguimos llegar a la puerta de la librería ¿por qué hemos tardado media hora en cubrir dos calles? cosas de Madrid. Ya no nos da tiempo ni a café con posos, ni sin ellos. Nada.
Ha sido un viaje relámpago y casi no he podido abrazar a Noelia, a Lu la veré pronto, pero a las demás, ya no sé cuando. Inicio el camino de regreso con esa pena.
-¿Y ahora cómo salimos de Madrid? -me pregunta mi hermana.
-Dicen que La Castellana da a todas partes.
-Pues no que era mejor no meterse.
-Castellana, aparta que voy.
No va tan mal, después de todo. Hemos llegado a Atocha, sé que por aquí hay una salida, me guía el instinto.
-A ver, en esta rotonda ya tenemos que tirar para Valencia.
Una vuelta, dos vueltas...
-Por aquí, por aquí, por aquí... -me indica Ivi.
-Se me pasó, mira aquí pone Valencia.
-¡No!
-¿No? Pues no, porque vamos camino de Zaragoza.
Mi hermana resopla.
-¿Qué? Yo he visto que ponía Valencia.
-No hemos quedado en que no ves sin las gafas.
-Si no viera no podría conducir.
-De ahora en adelante, tu conduces, yo leo.
-Pues vale.

TERCERA PARTE

-Hermana, estoy cansada, creo que vamos a parar a dormir un poco.

-Vale, buscamos una estación iluminada y... ¿Qué haces?
-Ahí tenemos una estación -cojo el desvío y me meto por un caminito de tierra. Giro, entro en la susodicha y aparco detrás de un camión.
-Te das cuenta que has aparcado en la típica estación en la que sale un asesino en serie y nos mata.
-Oh sí, muy típico de aquí, donde quiera que estemos.
-Bela por favor, vamos a otro sitio.
-Duerme.
-¿Pero cómo voy a dormir, detrás de un camión enorme y oscuro que esconde a un psicópata, en un pueblo remoto y tenebroso, a un lado de una carretera secundaria...
-No es una carretera secundaria...
-Hasta ahora es lo único en lo que he fallado.
-No sabemos a ciencia cierta que el camionero sea un psicópata, pero si no te callas, yo te voy a matar sin su ayuda. Esto se hace así, echas el asiento para atrás, te quitas el cinturón y a dormir  veinte minutos.
-Bela, Bela...
Tengo la capacidad de quedarme dormida en el acto, solo cierro los ojos y me ordeno a dormir, y me duermo. Me parece oír en la lejanía unos dientes chocando entre sí, será cagueta.
-Listo, en marcha.
-¡Ahhhhhh!
-¿Por qué gritas?
-Me has asustado.
-Te he avisado de que me despertaría en veinte minutos.
-Pero es que han pasado veinte minutos exactamente, largos y espeluznantes...
-Pues eso.
-¿Cómo lo haces? Porque dormida estabas.
-¿A qué no ronco?
-No.
-Díselo a Ace cuando lleguemos.
-¿Tú sabes el miedo que he pasado?
-No, la verdad es que no. Yo estaba durmiendo tranquilamente. Nos vamos.
Llegamos a una zona de tránsito de camiones.
-Ni se te ocurra ponerte a adelantar.
-Si no adelanto en doble carril de autovía a un camión que se ha puesto en el carril para tráfico lento, no llegamos ni pasado mañana y además se ríen de mi hasta las cucarachas.
-¿Qué cucarachas?
-Es un decir. Recuerda que cuando diga a Valencia o a Albacete, nos tenemos que ir a Albacete.
-Vale.
-Mira, ahí pone, ponía...
-¿Qué?
-Albacete.
Sí, exacto. Vamos camino de Valencia, nos vamos a echar otros ciento sesenta y siete km extras. Llegamos a una estación de servicio de las que le gustan a mi hermana; iluminada, llena de camioneros que no parecen asesinos en serie, y con unas ensaimadas... naturalmente nos paramos.

Bajamos del coche, cojo el bolso, por si acaso necesito algo y...
-¡Mira mis gafas!
-Yo te mato.
-A ver si al final la psicópata vas a ser tú.

Esta es una de esas situaciones en que el café con leche te sabe a gloria y la ensaimada de antes de ayer, parece recién salida del horno. Días después aún lo recuerdas como uno de los mejores desayunos de tu vida. ¿No os pasa?
Hemos llegado a Alicante sin más incidentes, lo que no está nada mal, para ser yo.
No me queda más que darle las gracias a todos los que vinieron a estar conmigo -incluidos los dos espontáneos octogenarios que se colaron sin saber dónde iban -, a mis hermanos por su incondicional apoyo y a mi chico, el mejor.
Hasta la próxima Madrid.