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UN EURO

martes, 27 de septiembre de 2011

La bar-ba-co-a la barbacoa


La casa es un ir y venir de gente que entra y sale a la terraza. Vivo en un ático con una terraza bastante amplia en la que reina una barbacoa de piedra.
Esta es una de esas noches en que hemos pasado de los consejos del tipo del tiempo y nos hemos decidido por encenderla y echar unas chuletitas ¿en febrero? pues sí en febrero.
En casa mi grupo de colegas de toda la vida; a Jonhy, Violeta, Riky, y Bego ya los conocéis, además han venido mi amiga Dikinson (lo del nombre os lo contaré en otro momento) su chico Tote, Techy que es enfermera y su marido Karlof (no, no se parece en nada a una momia) y nuestro amigo puching-boll, que es ese amigo que todos tenemos en el que suelen recaer todos los chistes y las bromas del grupo.
Mi marido ejerce de chef, se dirige al salón con una bandeja repleta de carne recién asada, para ello debería cruzar por la puerta acristalada que separa ambas estancias y que él mismo había abierto pocos minutos antes pero… ¡oh sorpresa! Alguién sintió frío en ese espacio de tiempo.
¡¡¡¡Crashhhhhh!!!!!!!!!
La cabeza de Ace impacta en todo su esplendor y con la fuerza que impregna él en cada uno de sus movimientos, contra la dura transparencia.
Me encuentro justo detrás de él, cuando escucho el impacto me vuelvo alarmada, distingo un reguero de sangre desde la puerta hasta el lugar en dónde se encuentra ahora mi marido.
-¡Dios Ace! Déjame ver que te has hecho –le digo.
-Cuidado cariño a ver si se van a caer las chuletas.
-¿Las chuletas? Pero tú te has visto –las sangre sale ya a borbotones de la herida que tiene en la cabeza, y la puerta está hecha trizas, algunos cristales incrustados y otros desparramados por el suelo.
Por fin deja la bandeja en la mesa y cubre la herida con su mano.
-Joder, pues sí que le he dado fuerte.
-Déjame –ordeno mientras trato de hacer presión con un trapo.
Más que la herida me asusta la posible reacción de mi marido ya que suele marearse y es muy grande como para cogerlo.
-Chicos abridme la puerta que vayamos al aseo –indico.
-Espera que quitemos los cristales –me dice Rober.
-Pero…
-Joder Bela espera un momento –grita alguien, no sé quién. Después de un rato corriendo de un lado a otro de la terraza intentando hacerles entender que hay otras dos puertas, me rindo y espero pacientemente a que limpien la única por la que no quiero salir, la rota.
Ace ve escapar la sangre de su cabeza y yo doy gracias porque se haya curado de su fobia justo hoy.
-Mira también me he hecho un corte en la mano –me informa.
-Pero no es ni la cuarta parte que el de la cabeza.
A él no se le ocurre nada mejor que trasteársela, abriéndola para ver cómo es de profunda.
Y yo me doy cuenta de que la fobia de mi marido no es a la sangre, sino a las heridas.
-Ay que me mareo –me avisa con la cara como pasta de boniato.
-Ya podéis salir –me dice Dickinson.
Lo llevo hasta el aseo, le lavo la herida e intento cortar la hemorragia.
-Tendríamos que ir al hospital –le indico.
-¿A qué?
-A que te den una piruleta ¿tu qué crees?
-¿Y qué me van a decir?
-A parte de que no rompas las puertas con la cabeza…
-¡Ja! que graciosa.
En ese momento aparece Techy por el baño.
-Yo tengo una grapadora y una antitetánica en casa si quieres voy a por ellas y lo cerramos en un momento.
-Pero tendrá que hacerse una radiografía.
-¿Pero cómo me voy a ir al hospital ahora? La barbacoa está a medias.
-Tu eres tonto –me quejo.
-Nada Techy trae eso y ya está, en un momento entre las dos me apañáis.
Dikinson se acerca.
-¿Cómo váis? –se interesa.
-Bien –contesta Ace –pero me podías traer la cervecita que se va a calentar.
-Cogerme que lo remato, yo lo remato –me indigno.
-¿Por qué? –pregunta él, ofendido.
-No eres más burro porque no te entrenas.
-Dásela mujer que tendrá la boca seca el chiquillo –le anima Riky.
-Otro –me quejo yo.
Al final Techy va con su marido a por el material porque no hay forma humana de convencer a mi marido para ir al hospital. Mientras lo traslado a la cama y me voy a por unas gasas oigo como le dice a Dikinson por lo bajini:
-Ahora que no nos oye, traeme…
-¿A qué te hostio? –increpo.
-Vale, vale, la que lía por un golpecito de nada…
Mi amiga Techy cargada con su grapadora, con medio pedal y las gafas a la altura de la punta de la nariz se dispone a cerrar la herida.
Yo rezo hasta lo que no sé porque acierte, clack, clack, un par de grapas, mi marido da un respingo. Clack, clack, otras dos.
-Espera, espera –pide mi marido.
-¿Te hace falta descansar? –pregunta Techy.
-¿Eh? no, cariño cuando termine sí puedo tomarme la cervecita ¿no?
-Brrrrjjjjjjjjjj, o te callas o te voy a grapar yo, pero los cojones –amenazo.
-Trae más gasas Bela –me pide Techy, yo creo que para sacarme de la habitación. Cuando estoy rebuscando escuchó una especie de metralleta.
-Clack, clack, clack, clack, clack, clack, clack, clakc –dice la grapadora.
Salgo corriendo a ver qué ha grapado mi amiga. ¡Dios catorce grapas en cinco centímetros de herida!
-¿Qué te parece? –me pregunta.
-Pues que abrirse no se va a abrir –le contesto.
-Bien –me dice con sonrisa de satisfacción.
Por un momento la veo dar un soplido al final de la grapadora y darle un par de vueltas antes de guardarla en su cinturón, sacudo la cabeza para borrar esa imagen de mi cabeza.
Ace está blanco, los ojos apunto de salir de sus órbitas, las manos fuertemente aferradas a las sábanas. Es mi momento.
-¿Una cervecita? cariño –le digo. No es capaz de contestarme y se recupera justo para ver a mi amiga con la jeringa en la mano dando unos toquecitos mientras deja fluir algo de líquido por la aguja, que por la cara que tiene mi marido estoy segura de que le parece que mide medio metro.
-¡Ah no, eso sí que no! –grita despavorido.
-Pero si te acaban de grapar la cabeza… -
-Ni de coña, a mi no me clavas eso – intenta levantarse de golpe pero cae mareado, momento que aprovecha Techy para endosarle la antitetánica.
-A traición –se queja Ace –eso ha sido a traición.
Unos minutos después ha recuperado el color y salimos al salón.
Al llegar los colegas le jalean y él se ensancha cual ave majestuosa.
-La putada de todo esto es que la carne se habrá quedado seca –dice.
-Sí claro, eso es lo peor –me río yo.
-Bueno Ace –dice Tote –nosotros nos vamos y así descansas.
-¿Cómo que os vais? Aquí las enfermeras me han dicho que no me puedo dormir así es que corra la cerveza que la noche va a ser larga, pásame las salchichas –ni mil palabras más, todos nos sentamos a cenar.
-A todo esto –digo yo como al descuido -¿quién ha cerrado la puerta?
Nos miramos los unos a los otros intentando descubrir al culpable, todos menos Bego que no quita la vista del plato.
-Hombre la verdad es que la noche está fría –dice.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Kiss me frog




-¿Estás ya? –me pregunta mi marido mirándome desde la puerta.
-¿Es necesario que te quedes observándome mientras me maquillo? –observo.
-Sí, porque si no tardas más.
-¿Y por qué piensas que tardo mucho?
-¿Por qué llevo veinte minutos de plantón aquí mirándote? – me replica con rintintin.
-Eso no sirve me estás comparando con lo que tardas tú y me tienes que comparar con otras mujeres y perdona que te lo diga, pero de eso tú no tienes referencias.
-Te recuerdo que tengo una madre, una hermana y una sobrina –sentencia Ace creyéndose ganador.
-Pero a ellas no las cronometrabas. Por cierto ya puedes parar el reloj. Veintidós minutos –y cogiéndole por la muñeca miro el reloj y sonrío y le planto un beso en los labios -¿nos vamos?
-Ya me has dejado los morros pegajosos.
-Ummhhh que cosas tan bonitas me dices.
Salimos camino de Santa Pola. Vamos a cenar allí y después disfrutaremos un conciertito. En concreto nos dirigimos a Gran Alacant en dónde residen muchos británicos. Por cierto ¿he comentado que es el día de San Patricio?
Cenamos en casa de unos amigos y cuando al finalizar vemos a la dueña de la casa lanzando botas desde el balcón para que la ayudásemos a decidir cuales se ponía, nos dimos cuenta de que el vino había cumplido su función a la perfección.
En primer lugar fuimos a un bar en el que diferentes grupos tocan música en directo, mi marido Ace, al que ya conocéis y nuestro amigo Jony se acercaron a pedir las bebidas a la barra. El resto nos instalamos al lado del escenario que está ocupado por un tipo enorme a la batería, dos casi jubilados a la guitarra y el bajo y… no podría describir con exactitud esa mezcla entre corredor de Tour de Francia y chica Almodóvar de los ochenta. Rubio, melena sujeta con un pañuelo a lo Guns and Roses pero sin glamour (aunque pensándolo bien Axel mucho glamour tampoco) y una maya por encima de la rodilla sujeta con tirantes. Bajo esta única y exclusivamente su pecho lobo tirando a perrito casero.
Y comieza la música, una versión de “Ace of Spades” de los Motor. El tipo enorme da con ganas a la batería, los casi jubilados acarician con mimo sus instrumentos, aquello suena muy bien hasta que… Don Mayas abre la boca.
-¡Dios! que alguien le pegue un tiro, ups ¿lo he dicho en voz alta?  -y por supuesto mi grito tenía que coincidir con un silencio en la música. Me pongo roja como la mojama y me escondo en una esquina, desde allí veo cómo mi marido da un saltito apoyado en la barra, este también está fatal, pienso.
-Anda que entre tu marido y tú vais a conseguir que nos echen –se queja Jony dándome mi bebida.
-¿Y tú qué has hecho? –le pregunto a Ace. Él por toda respuesta se encoge de hombros.
-Al pagar le sobraban un par de euros, la camarera antes de dárselos le ha puesto su mejor sonrisa, ha apretado pechuga y guiñándole un ojo le ha dicho “bote”. Tu marido va, se ríe, salta y pone la mano abierta en la barra.
-Así me gusta cariño que no te dejes impresionar por tetas desconocidas –mi maridito me guiña un ojo.
-Pues la tía ha cogido le ha tirado el trapo a la cara.
-Vaya pulgas ¿y qué has hecho tú? –le pregunto a Ace.
-Doblarlo correctamente y devolvérselo.
-¿Doblarlo? –pregunta la chica de Jony, Violeta.
-En cuatro pliegues exactamente iguales –aclara Jony.
-Ainsss este es mi hombre –exclamo dándole un sonoro beso.
Cuando consideramos que ya tenemos bastante del destroza versiones nos dirigimos a un pub irlandés, repleto de irlandeses, el día de San Patricio, puede que no sea una gran idea.
En la puerta distinguimos a un tipo grande, pelirrojo, elegante, irlandés, irlandés. Y al lado un canijo, vestido con camiseta por encima del ombligo, vaquero estrecho y sandalias con calcetines, el canijo es todo él aspavientos y baila sin cesar. Pasamos al local que está repleto, cuando voy a pedir Jony llama mi atención.
-Mira tu marido en la puerta.
Lo miro. Ha pasado de medir metro ochenta a medir dos metros de tanto que estira el cuello mientras el canijo delante de él da saltitos intentando plantarle un beso. Ace se hace a un lado pero el canijo y sus sandalias dan un grácil giro que le impide el paso, rápidamente mi marido vira hacia el lado contrario pero el tipo es más ligerito y ya está plantado delante, esta vez acierta con sus labios en el pecho de mi hombre y lo celebra con un gritito especial.
-Me parto, está intentando darle un beso –digo.
-Lo está pasando fatal –me dice Jony.
-Eso parece –contesto yo partiéndome de risa.
-Te está mirando con carita de carnero degollao para que vayas a salvarle –comenta Riky, otro colega.
-Pues va listo con lo que me estoy yo riendo.
Todos nos echamos a reír.
Ace por fin se decide coge al tipo por los brazos y alzándolo da la vuelta,  lo vuelve a colocar en el suelo y entra.
-¡Joder! ¿es que no has visto que te estaba pidiendo ayuda? –me recrimina al llegar a mi lado.
-Pues no me he dado cuenta ¿por?
Jony se atraganta ante mi descarada mentira. Ace me mira con cara de desaprobación.
-Pídeme una cerveza anda –me dice.
De repente todo bicho viviente en el bar se levanta y cogiéndose de la mano empiezan a cantar.
-¿Pero esto es un pub  o una secta? –pregunta Violeta.
-Tú calla y haz lo que veas a ver si aún nos vamos calentitos a casa –contesta Noelia.
Nos agarramos de las manos y a los guiris de alrededor también mientras movemos nuestros labios en un perfecto spanglish.
De camino a la salida, vemos como el pelirrojo engancha el micrófono y se lanza a canta “a mi manera” y lo hace pues eso “a su manera”.
Estamos esperando que llegue el ascensor que nos llevará hasta el coche, cuatro de nosotros subimos, otras dos se van por las escaleras y no me preguntéis por qué, puesto que en el ascensor cabíamos todos.
Al momento a Riky se le descompone la cara en una mueca de risa absoluta mientras señala la camiseta de mi marido con una mano. Jony y yo dirigimos nuestra mirada en la dirección que señala el dedo de éste. Vemos la rana verde que la decora con una enorme sonrisa y apoyada en unas letras rojas que rezan “kiss me”.
Al abrirse las puertas del ascensor tres de nosotros estamos doblados en el suelo muertos de risa mientras a un tercero le salen por la boca, no ranas no, pero sí sapos y culebras y se acuerda del diseñador de la camiseta, de la dependienta que se la vendió y de la persona que le convenció para comprársela (mi menda).
Después de todo el canijo solo seguía el manual de instrucciones que mi marido lucía en la camiseta.
Esa misma noche la rana se metió en el armario y no ha vuelto a salir.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La fiesta


LA FIESTA (primera parte)

Es  sábado y por lo tanto mi día libre de estudio por cortesía de mi padre, toda buena trabajadora tiene que tener sus descansos para recuperar energía y esta noche la energía viene acompañada de una fiesta con mi amiga Clara, hemos quedado a las cinco en mi casa para arreglarnos y decidir que ponernos.
El timbre de casa está sonando, abre mi madre, se oyen las escaleras, Clara en la puerta de mi dormitorio.

-Ali!-Me saluda mientras me da dos besos.-Verás que bien nos lo vamos a pasar, también necesitas salir y pasártelo bien una noche, no todo es estudiar.
-Claro Alicia, no todo es divertirse.-Le contesto.
-Va no empieces, hoy te olvidarás de todo.-Me reprocha enfadada.
-Si me olvido de todo y con ello a los veinte dioses mitológicos que me he estudiado para el examen del lunes moriré.-Le aseguro.
-Hay examen el lunes? Mierda Ali, por que no lo has dicho antes?
-Pero si estás a mi lado en latín!.-Le digo exasperada.

Pone fin a la discusión mientras se mete en mi baño para ducharse, yo mientras elijo que ponerme lo cual desespera a mi madre por que acabo con la habitación llena de ropa inservible para mi gusto y zapatos que o me van pequeños o grandes.
Sale de la ducha diciéndome que el champú no huele como el de la última vez, a lo que le contesto:

-Con cual de todos te has lavado el pelo?-Le pregunto.
-Con uno en el que aparece un monísimo york sire.
-Pero Clara, que te has lavado con el champú de mi perra!
-Y tu que haces mezclando los champús? Todo el mundo se puede equivocar.-No tiene remedio.
-Si Clara, yo por supuesto antes de echármelo prefiero el logotipo del perro antes que el de la preciosa melena morena que sale en el champú de personas.
-Y ahora que?.-Me pregunta nerviosa.
-Pues ahora me toca ducharme a mi, mira a ver que te vas a poner y esperemos que no se te caiga el pelo antes de que se te insinue el primer tío.
-No seas así, mira los efectos secundarios.-Me dice.
-Clara, crees de verdad que los que fabrican ese champú tienen pensado los efectos secundarios para personas?

Con eso finalizo la conversación poniendo rumbo al baño, a parte de que las pocas ganas de salir de fiesta me acompañan y que mi amiga alocada me va a obligar, me meto en la ducha e intento que la mascarilla del pelo dure más de un minuto en mi pelo, cosa que nunca consigo por que me muero del aburrimiento, pero ya que es un día por lo menos intentaré vencerle con tal de que mi pelo pueda ser domado por el peine.

En este momento desearía con todo el corazón del mundo que a Clara le entrase incontinencia intestinal para poder quedarnos en casa comiéndonos un cuenco de palomitas con chocolate mientras vemos titánic, pero cuando se lo propongo a Clara ella me contesta:

-¿Para que? Si por mucho que la veas Di Caprio morirá ahogado muy a nuestro pesar.

Con lo cual salimos de casa y nos vamos a una discoteca que ella conoce.

SIMPLEMENTE ALICIA

domingo, 4 de septiembre de 2011

¡Maldito gim!

¡Maldito Gym!

-¡Venga que llegamos tarde!- me dice Rita.
-Pero seguro que la clase la da Christian –contesto.
-Que sí que me lo dijo ayer.
-Claro mientras te corregía la posturita de marras –me burlo yo.
Christian es nuestro monitor de aerobox, pero hoy va a dar la clase de spinning y nos ha convencido (en realidad ha convencido a mi amiga y por tanto a mí) para que asistamos. Todo hay que decirlo Christian tiene un físico impresionante y parece que le hace ojitos a mi amiga.
-¿Ves? Ya han empezado -me informa mi amiga.
-Genial pues nos vamos -digo yo dándome la vuelta.
-Ni hablar que hay bicis libres –objeta mi amiga enganchándome del brazo y obligándome a entrar.
Una vez dentro Rita se sube sin problemas a su bici, yo en mi metro y medio miro con odio ese sillín que me llega hasta el pecho.
Comienzo a manipular la arandela situada detrás del sillín y que debería hacer que el mismo bajase, pero no, prefiere reírse de mí y seguir en su sitio.
-¡Vamos arriba chicos! Empezamos a subir la pendiente –oigo gritar al monitor, ¡joder! Con la arandela de las narices.
-Bela ¿qué haces? –me pregunta Rita.
-Spinning con los dedos, no te jode, intento bajar el sillín pero no… -¡plof!, justo en ese momento decide bajar de golpe.
-¡Serás…! –digo dirigiéndome al sillín –por fin subo, ahora está tan bajo que las rodillas me llegan casi al pecho.
-Ahora vamos a poner la ruedecita en el cuatro –canturrea Christian –y arriba otra vez.
Menos mal, pienso, porque se me estaba quedando el sillín tatuado en el trasero.
Me levanto con ímpetu, llena de energía, como me gusta este deporte, te pone las… ¡plof! ¡plas!
-¡Ahhhhh! Que piña Dios, ¿cómo puede uno caerse una de una bici estática?, fácil, descubrí demasiado tarde que los cacharritos (ya se que tienen nombre pero ni idea de cual) servían para meter los pies dentro, la verdad es que ni me había dado cuenta de que estaban ahí, bastante tenía yo con intentar colocar el sillín.
-Bela ¿estás bien? –me pregunta Rita con gesto preocupado.
-Si, creo, no, que dolor, que vergüenza.
-¿Estás bien? –agachado a mi lado Christian me ofrece su mano. Pues al final lo de caerse no ha estado del todo mal. Me ayuda a levantarme mientras yo NO escucho atentamente lo que me dice.
Azules, pienso, definitivamente sus ojos son azules y no grises, Rita tenía razón.
-¡Bela! –me despierta mi amiga.
-Sí, estoy como nueva.
-Esto… sería buena idea que subieses un poco el sillín –me dice el monitor acercándose a él.
-Ya si lo he intentado pero está roto porque… -de un toquecito lo ha regulado.
-Yo creo que así te va bien.
-Capullo.
-Perdona.
-El sillín, ehh me subo y te dejo continuar la clase.
-Bien ánimo.
Miro a mi amiga que es capaz de reírse y pedalear al mismo tiempo.
-Todos de pie, tenemos otra cima a la vista –anima Christian.
No seré yo, primero tengo que recuperarme de la caída.
El sillín de las narices me está dejando el culo plano, casi ni me lo siento y ahora van todos y se sientan pues yo o me levanto o reviento.
-Bela baja que ahora toca sentados mujer –me dice mi amiga.
-No puedo.
-¿Por qué?
-Porque mi trasero le ha cogido manía al sillín.
Me sudan hasta las pestañas cuando por fin Christian dice:
-Muy bien y ahora a para despacio, poco a poco…
He dejado de escuchar en parar, lo hago de golpe y vuelvo a dar con mi trasero en suelo, esta vez en la postura más difícil de toda la historia de las posturas.
-Estoy bien –digo levantándome rapidamente.
Al salir Christian se acerca a nosotras.
-¿Qué tal? ¿os ha gustado la clase?
-Un montón, me encanta –le dice mi amiga bien derecha y con una radiante sonrisa.
-Yoooo, ehhhhh, bien, bien –mi voz se parece a la del perro de los dibujos “Risitas”.
Con las manos en las caderas, doblada por la mitad y dejando un charco de sudor a mi paso, salgo, eso sí, con la cabeza muy alta.