TODOS LOS LIBROS DE SELECCIÓN RINCÓN ROMÁNTICO A TAN SOLO UN EURO

UN EURO

viernes, 19 de septiembre de 2014

PÁNICO EN EL ASCENSOR

¡Mierda! las siete... a correr.


Esta soy yo mientras me tomo el primer café de la mañana...


Pero si me he levantado a las seis, ¿cómo es posible que aún no esté lista? Enfundo rápidamente mi bota de piel marrón, altura media caña (en mi caso rodilla) en mi extremidad derecha, y con la otra en la mano corro hacia la cocina para ponerme el café.
Por alguna misteriosa razón, me siento obligada a hacer las dos cosas a la vez, así es que mientras hago malabarismos embuchándome el líquido negro y ardiente, termino de colocar la segunda bota en su lugar.
Cruzada de brazos y con el bolso colgando sigo mirando los numeritos del ascensor mientras llega: 10,11,12,13... 


Se abre la puerta de mi nuevo vecino, lo observo entrecerrando los ojos; mallas verde lima, anorak ajustado, auriculares más rosas y más grandes que los míos, y deportivas ultimo modelo con tendencia a la compensación, ¿nunca os he hablado de la ley de la compensación en los tíos? se da más con los coches, pero en este individuo resaltaba en sus deportivas, cuanto más grandes y llamativas más pequeño tiene el... ego, confianza en sí mismo, pene... cualquier cosa, vaya usted a saber. Perdón que desvaríe.

-Hola vecina -saluda muy simpático y con mucha energía ¿acaso existe una tortura peor a las siete de la mañana?
Por toda respuesta asiento con mi cabeza enfundada en una gorro marrón de pelo a lo ruso.
-¿Sabes? -continúa -normalmente no subo en ascensores -me enseña una blanquísima sonrisa llena de perfectos dientes.
-Aha -contesto, ¡como si me importara!
-Pero aprovechando que estás aquí, pues bajo contigo -sentenció.
Mi oportunidad de borrarle la estúpida felicidad matutina de un plumazo. 
-¿Y qué piensas que voy a hacer yo exactamente por ayudarte, si se para el ascensor? -Estoy casi segura de que en mi colmillo brilló una malvada estrella, casi, casi segura.
-Eh... yo... esto... ¿sabes? me olvidado algo dentro. ¿Qué se le va a hacer? Baja tú y ya bajo yo andando, total así bajo todos lo días, es bueno para la salud...
Bla, bla, bla, hace media hora que he dejado de escuchar.
Clink.
-Encantada de conocerte vecino -grito mientras se cierra la puerta.
14,13,12,11,10,10,10,10...
-¿Qué demonios...? -Clinck -Esto no puede estar pasando. ¡Me cago en el puto karma de los cojones!
-¿Vecina estás bien? tranquila voy a pedir ayuda -lo que faltaba, mister auriculares en mi rescate, podría ser peor.
-¿Qué pasa? -oigo una voz de barítono en el exterior.
-Caperucita se ha quedado encerrada en el ascensor.
-¡Oye que te estoy oyendo! -me quejo ante el apodo.
-Uy, perdona, es que...
-Hombre Caperucita, soy tu lobo, tranquila que soplaré y soplaré y la puerta derribaré.
-Eso es de otro cuento ¡idiota! -¿por qué me tiene que pasar esto a mi? 
-¿Qué pasa? -esta vez escucho al portero, genial, este también me odia...
-Caperucita se ha quedado encerrada en el ascensor -informa encantado mister mallas amarillas.
-Que no cunda el pánico -contesta el hombre de gris, quizá no me odie tanto como yo pensaba -podemos hacer como que no nos hemos enterado, tardaría unos días en morir de inanición y...
-Podéis iros todos a la mierda, he dado a la campanita y el gilipollas del ascensor vendrá a sacarme de aquí en breve.


-O tal vez tarde un poquito...- mierda, el del ascensor, la comunicación seguía abierta. Me dejo caer sobre mis talones, las lágrimas de frustración están a punto de salir corriendo por mi cara... cuando el sonido de las puertas abriéndose me hace levantar la cabeza con una genuina sonrisa, me prometo a mí misma besar al responsable de sacarme de allí, sea quien sea.
Y ahí está él... André, mi lobo. ¡Joder! no podía haber sido el portero no, tenía que ser él.
-Hola mi amor, soy yo tu lobo... -me dice cantando mientras extiende una mano para ayudarme a salir. 
Una promesa es una promesa.


Me planto delante de él, respiro hondo, lo agarro de las orejas y le planto un húmedo y sensual beso matutino con sabor a café y miedo. Terminado. Me aliso la ropa y le doy al botón del ascensor de al lado para bajar de una buena vez. Los segundos parecen eternos. ¡Por fin! Entro con la cabeza muy alta y aprieto el menos uno.
-Señores... -me despido con una inclinación de cabeza mientras las puertas se cierran.



-La próxima vez la saco yo -sentencia el portero. André no es capaz de decir nada.
-Si fueras tú, te sacaría yo -le dice mister mallas al lobo, mientras le pone una mano en la cintura.
-Sigo siendo hetero -contesta André mientras se quita la mano de encima.
-Una lástima.
-Sí, ya -.







No hay comentarios: