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jueves, 8 de diciembre de 2011

Tributo a Elfo "Elfo, Bêlit y la merluza rosada"

-¿Te das cuenta del olor que sale de la cocina? –preguntó ella moviendo nerviosa el trasero, como hacía siempre que se excitaba. Él supo inmediatamente que pronto estaría en problemas.
-Sí pero han dejado la puerta de la cocina cerrada. Eso quiere decir que eso que hueles es su comida, no la nuestra -. Protesto Elfo sin molestarse en mover ni un pelo. Estaba muy agustito así enroscado en su cesta de mimbre y no tenía ningún interés en alentar a su compañera en ese afán suyo por meterse en líos.
-¿Cómo puedes ser tan perro? –increpó Bêlita. Elfo alzó las orejas a la vez que una de sus larguísimas cejas, con cierto toque irónico en el gesto.
-Vale, perro no es la palabra apropiada pero eres muy perezoso –confirmó mientras se paseaba delante de la puerta de la cocina a un ritmo frenético.
-Lo que tú digas –contestó él entre bostezo y bostezo.
-No me lo puedo creer, una hermosa y muertísima merluza nos llama desde la cocina y tú solo sabes bostezar, ¿por qué Dios de todos los gatos, por qué me ha tocado a mi el más soso entre los sosos?
-No me vas a dejar dormir ¿no?
-¿Dormir? ¿quién puede pensar en dormir con ese olor flotando en el aire?
-Yo.
-Brggggg. No sabes que manía te tengo.
-Ummhhhh, sí, lo sé.
-Está bien, me las arreglaré yo sola, pero luego no me pidas ni un poquito.
Elfo por toda respuesta se dio la vuelta, y se arrebujó un poco más en su hueco.
Bêlit saltó estirando todo lo que podía la patita, para intentar llegar al pomo de la puerta. No hubo manera. El especialista en salto de altura estaba roncando en su cómoda cama de mimbre, abrazado por una multitud de cojines, bien arañados.
Bêlita llevó el hocico de un lado a otro intentando concentrarse, tenía que convencer al dormilón de que quería esa merluza tanto como ella.
Se acercó sigilosa, esa era su propia especialidad, nadie era capaz de oírla llegar ni siquiera su compañero. Acercó su boca a la relajada oreja de él.
-Merluza, quiero merluza, rica, sabrosa, aromática merluza –dijo en voz baja. Vio cómo Elfo movía la boca. Bien estaba funcionando, estaba consiguiendo que la boca se le hiciera agua.
-Jugosa, tierna, fresca merluza… -continuó.
Elfo bostezó, se relamió  y movió el hocico intentando captar algo olfativamente. Y ahí estaba, ese olor a merluza fresca y rosada se le metió por el triángulo de su nariz y recorrió todas sus fibras nerviosas hasta que abrió los ojos de par en par, y de un salto se plantó en la puerta de la cocina.
Bêlita cerró los ojos, levantó la pezuñita y abriéndola se lamió los huecos entre los dedos para premiarse por un trabajo bien hecho.
-Fácil, demasiado fácil –se dijo a sí misma.
-Por mis pelotas que hoy cenamos merluza –maulló Elfo muy seguro de sí mismo.
-Cariño –contestó ella con una sonrisa maliciosa –siento ser yo quien te dé la noticia pero ya no tienes de eso -. Siguió lamiéndose como si tal cosa.
-Y de quién será la culpa –bramó él.
-Oye que yo estaba recién parida.
-Cuatro meses Bêlit, y todavía los llevabas colgando de las tetas. Además eras tú la que subía su precioso culito hacia mí.
-Ya basta, ¿piensas abrir esa puerta en algún momento de aquí al próximo año?
Elfo dio un magnífico y elegante salto alcanzando la manivela, la empujó hacia bajo en su retorno hacia el suelo. La puerta cedió inmediatamente y el gato entró con la cola y la cabeza bien altas.
-Marramiauuu, como me pone este gato cuando se hace el súper macho –ronroneó la nena.
Un segundo salto y estaba en la encimera mientras ella lo observaba con admiración desde el suelo, moviéndose inquieta. Elfo se tomó su tiempo para sacar los filetes de merluza rosada del paquete de papel de aluminio, rasgó por aquí y por allá con sus afiladas uñas hasta conseguir desenvolverlos y miró a su chica esperando el reconocimiento que se merecía.
Ella no lo defraudó y con una caída de pestañas y un relamido le hizo saber cuánto lo adoraba en ese momento.
Elfo empujó el paquete con un toque de pata estratégico y éste acabó a los pies de su amada Bêlit. Después se dejó caer él y ambos comenzaron con el festín.
Ruido de llaves y pisadas.
-Mierda ya están aquí –protesto la nena.
-Come rápido porque en cuanto entren se nos acaba el chollo.
-¡La madre que os parió! ¡Mi merluza! –gritó Bela.
-Serán cabrones –se rió Ace.
-No te rías que ahora a ver qué comemos.
-Pues yo dejé la puerta cerrada.
-Sí seguro –dudó Bela.
-Lo juro.
-Claro, claro –contestó la mujer enfadada mientras recogía la merluza del suelo y la llevaba a la cocina seguida de dos gatos negros de pelo largo que se metían entre sus piernas y maullaban sin parar.
-Cariño ahora ya qué más da, deja que se la terminen ¿no? –comentó Ace.
-Sí hombre, encima les premiamos.
-Venga no la vas a tirar ¿no? –susurró agarrándola por la cintura.
-Pues vete pensando en qué comemos nosotros.
Cinco minutos después todos están comiendo.
-En el fondo me dan pena –dijo Elfo a Bêlit.
-¿Por? –pregunto ella dando buena cuenta de la merluza.
-Míralos, comiéndose un triste sándwich de mortadela mientras nosotros degustamos esta maravillosa merluza.
-Ahora que lo pienso esa mortadela huele que alimenta.
Elfo la miró con los ojos como platos temiendo lo que se le podía estar ocurriendo ahora a su querida loca.



2 comentarios:

María Elena dijo...

Muy tierno la entrada, Bela. Un beso y mucho ánimo. Por desgracia, la ley de vida juega siempre malas pasadas y tiene la última palabra. Disfruta ahora de los recuerdos que perduraran en el tiempo, ese será tu mayor tesoro.

Anónimo dijo...

Me encanta, un precioso homenaje a tu querido Elfo. Desde luego su vida gatuna no pudo ser mejor, estoy segura.
Yo también, a veces le pongo palabras a las miradas y gestos de Leo. Son maravillosos, pero......., su vida es mas corta.
Un beso
Charete