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miércoles, 21 de marzo de 2012

"Hola lectores de EEUU"


-Nena, piénsatelo mejor. Todavía estamos a tiempo de quedarnos –me dice mirándome con cara de cachorro.
-Ace, mírame. Nos vamos a E.E.U.U. ¿lo entiendes? –le contesto con el ceño fruncido.
-Pero ¿por qué en avión? ¿por qué no pudimos hacer un romántico crucero?
-Ya te lo dije, tengo intención de llegar este siglo.
-Eres muy cabezona.
-¡Ah claro! yo soy cabezona, tu estás siendo muy razonable –ironizo mientras vuelvo a meter en la maleta, la ropa que ya había colocado con anterioridad, y que Ace se encargaba de sacar una y otra vez.
-Además –continúa –a ti tampoco te gustan los aviones.
-No, no me gustan pero me atengo a razones. Mira te voy a dar un calmante y verás como el vuelo se te pasa en nada.
-Ah no, yo no tomo porquerías –me contesta saliendo escopetado de la habitación.
-Una vez me dijiste que para subirte a ti a un avión habría que hacerte lo que le hacían a M.A. y supongo que no te referías al corte de pelo.
-No voy a tomar nada –lo veo parapetarse detrás de la isla de la cocina.
-Pero si es un pequeño relajante –le enseño la pastillita que sujeto entre el índice y el pulgar.
No contesta. Aprieta la boca y niega con la cabeza.
-Tú verás, voy a terminar de preparar el equipaje. ¿Por qué no preparas unas cervecitas, aprovechando que el avión no lo conducimos nosotros.
-Es la primera buena idea que has tenido en todo el día.
-Eso es lo que tú te crees –contesto en voz baja.
-¿Qué?
-Nada, nada que empieces sin mí.
Salgo de la cocina en dirección al dormitorio. Oigo como Ace abre la nevera y el congelador, al momento suena el característico chissst, de la cerveza al abrirse, glup glup glup, las está vaciando en el vaso. Poco después oigo la puerta del baño. Es el momento. Siempre hay que vaciar la vejiga antes de volver a llenarla.
Al llegar a la cocina diviso las dos jarras de cerveza helada. Deposito un calmante en cada una, y me siento a beber tranquilamente.
Cuando Ace llega y me ve sentada con una de las jarras en la mano, me mira suspicaz.
-Sí claro –me dice –como si no te conociera.
Con gesto autoritario me quita la cerveza de la mano.
-Esta para mí –asevera –tú bébete la mía.
-Como quieras –contesto encogiéndome de hombros.
Le da un generoso trago y comienza a toser.
-¿Qué te pasa?
-No sé, me he atragantado con algo sólido.
-Ups, se ve que no se ha disuelto.
-¿El qué? –pregunta frunciendo el ceño.
-El. Ehhh ¿hielo?
-¿Qué has hecho?
-¿Yo? Nada.
-Ah el viejo truco de ponerlo en la tuya para que yo crea que está en la mía y te la cambie ¿eh? –lo suelta del tirón mientras vuelve a intercambiar nuestras cervezas.
Me encojo de hombros.
-Demasiado complicado. Termínatela que nos vamos ya.
Espero que no se me caiga redondo por el camino, porque evidentemente mi metro y medio no puede con su metro ochenta.
Conseguimos llegar a la terminal.
-Es curioso –balbucea mi marido –no estoy nada nervioso ¿sabes? ¿por qué me daba miedo volar? Si lo hago genial, mira.
Lo veo extender los brazos dirigiéndose como avión imaginario hacia el guardia de seguridad. Corro hacia él maleta en mano. Consigo pararlo agarrándolo del cinturón, justo antes de que se estrelle.
-Perdón –le digo al guardia –es que le he dado un calmante para los nervios, ya sabe. El hombre nos mira con desaprobación.
Para cuando pasamos por el arco, Ace ya está en la fase sueño, afortunadamente, habiendo dejado atrás la fase desinhibición.
En cuanto nos sentamos en el asiento su cabeza cae sobre mi hombro y sus ronquidos sobre el resto de pasajeros.
Saco mi libreta del bolso y me pongo a escribir.
En cuanto noto el despegue, mi estómago se hace pequeñito, un nudo me aprieta la garganta, el corazón se me sale del pecho, y comienzo a darle golpes a Ace para que despierte y me acompañe en mi desespero.
El muy capullo está en el quinto sueño, ahora me arrepiento de haber dejado que se tomara él los dos calmantes.
Muchas, muchas, muchísimas horas después llegamos a nuestro destino.
-¡Ahhhhhhh! –bosteza mi marido mientras se estira tranquilamente en su asiento –tengo la boca seca –me informa.
-¿Sabes que esto de volar no está tan mal? –continúa. Yo no contesto. Entonces me mira y para mi completa indignación se parte casi literalmente de risa.
Sí mi color de cara debe asemejarse bastante al ceniza, sí, los ojos están a punto de salirse de mis órbitas, sí, las lágrimas se agolpan en mis ojos, sí, me tiemblan hasta las pestañas.  Pero ahora mismo y aún en este estado soy capaz de matarlo.
-Perdón, perdón –me dice. Coge mi cara entre sus manos e intenta consolarme besándome en las mejillas y en los labios.
-¿Lo has pasado muy mal? –pregunta.
Yo solamente soy capaz de afirmar con la cabeza. Ni siquiera me sale la voz.
-En cuanto pongamos los pies en tierra, te compro un cargamento de eso que me diste ¿quieres?
Yo vuelvo a afirmar con la cabeza.
-Y ahora, has llegado a uno de los sitios en los que más te leen. Así es que sécate las lágrimas, levanta la cabeza y di “Hola lectores de EEUU”.
-“Hola lectores de EEUU” -.

5 comentarios:

María Elena dijo...

Madre mía!!! jajajaja, vaya par de dos. Al final el lo pasa bomba entre ronquido y ronquido y tú ceniza perdida entre lagrimones. jejejeje

Jud Baltimore dijo...

Sólo tu eres capaz de escribir así y de haberme hecho sonreir sin media gana; GRACIAS...
menuda aventurilla y ojala, que pronto, se cumpla ese viaje!!!

el amor y otras psicopatías dijo...

Pues me alegro de sacaros unas sonrisas

Raquel Campos dijo...

Que bueno Bela, ha sido como un sueño de ese viaje a ver a tus lectores!!!
Ojala se cumpla!!!
Besos.

el amor y otras psicopatías dijo...

Se cumplirá estoy segura, confía en mi.