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jueves, 20 de noviembre de 2014

VECINAS




-Mira ahí llega Lilly -le digo a mi amiga Tina.
-Uf hija, que desperdicio -me contesta mientras da un sonoro sorbo a su bebida chupando a fondo la pajita.
Lilly tiene un perfecto cuerpo de diosa, y una convicción religiosa tan espectacular como su cuerpo. Por lo que tiene claro que hasta que se case nada de sexo del de verdad...
-Estoy de acuerdo -nos apoya Leo, el vecino del primero.
-¡Hombre, Leo! ¿por qué no bajas a tomar el sol con nosotras? -lo invito.
-¿Porque estamos a doce grados y lleváis gorros y guantes? -nos contesta como si fuera algo extraño.
Mis amigas y yo cogimos la costumbre de tomar el sol en el patio de mi casa todos los sábado por la mañana, llevábamos haciéndolo desde Marzo, y no íbamos a cambiar nuestra costumbre ni aunque corriera ya el mes de Diciembre. Durante el verano, Leo se unía a nosotras pero a el frío le encogía las pelotas, según palabras textuales del propio Leo, y eso, no era tolerable, su novio Ramiro, no le gustaba jugar con canicas.
-A ver hermoso, hace o no hace sol -se queja Tina.
-No, si sol, sí hace -reconoce él.
-Pues eso.
-Hola chicas -nos saluda Lilly a los tres mientras se hace con una tumbona. Ni corta ni perezosa se desprende del abrigo y bajo lleva únicamente un short de leopardo y una camiseta de tirantes blanca que combina con calcetines largos de lana y guantes; la gorra se la deja puesta. Tan larga como es, porque mide un metro setenta y siete centímetros se deja caer en ella.
Tina y yo levantamos la cabeza y nos bajamos las gafas de sol tipo aviador, como si estuviéramos realizando una coreografía mientras la miramos fijamente.
-Lo tuyo no tiene nombre, tu novio tiene que estar a punto de morirse en cualquier momento, estoy segura que el parroco de tu iglesia te perdonaría, hasta Dios te perdonaría -le digo. Casi al mismo tiempo escucho un enorme cuerpo patinar unos cuantos pisos más arriba.
-Este, un día se cae por el balcón -declara Tina.
-Mientras no me caiga encima.
-Tranquila, seguro que con la suerte que tiene ni por esas es capaz de tocarte -le contesto a Lilly.
-¿Jamona sigues queriendo ser virgen? -le pregunta a gritos.
-Eres el rey de la sutileza -le dice Leo.
-Oye, tú qué sabrás de conquistar a las mujeres.
-No es una cuestión de gustos sexuales, Gino -sugiere Tina.
-No me llamo Gino.
-Pues deberías.
Empezamos a oír una voz desde lo lejos que  enlaza las palabras y apenas para respirar. Nuestra amiga Pepa, es dulce y muy nerviosa, lo que me hace muy fácil meterme con ella, que es uno de mis pasatiempos favoritos. No, no soy buena persona.
-No os vais a creer lo que me ha pasado, estaba intentado arrancar la moto y va un tío vestido con traje, que por lo menos era de Armany, porque no veas lo que brillaba, de esos estrechitos que marcan por todas partes. Para mí que debajo había tableta y todo, o six pack como dices tú Doro, porque hija desde que estás estudiando inglés, te estás poniendo pesadita con el tema, ¿por dónde iba?
-Un culo marcado por un traje. Ten; bebe -le ofrezco mojito.
-¿Tu te has enterado de que hace frío? -le pregunta a Lilly, mientras me aparta para sentarse en mi tumbona.
-!Oye belleza!
-Hola Gino, hola Leo.
-¡Que no me llamo Gino!
-¿Ah no? que cachondo -coge el abrigo y tapa a Lilly. Ella se destapa, Pepa la vuelve a cubrir mientras continúa con su monólogo -. Pues va el tío y me dice: señorita la puedo ayudar en algo, y yo más roja que un tomate porque el tío no veas como estaba y un no sé qué que desprendía, que me dejó sin palabras.
-¿Perdonaaaaaa? -exclamo mientras al igual que mis amigas nos incorporamos.
-No sigáis que bajo, esperadme, esperadme.
-No me jorobes hermosa, que después de la jamona vas tú.
-Vale me espero -y mientras ella espera yo tomo nota. En mi próximo artículo mi amiga y el del traje van a tener un encuentro tórrido. ¿Os he dicho que escrito artículos eróticos en una revista femenina?

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viernes, 19 de septiembre de 2014

PÁNICO EN EL ASCENSOR

¡Mierda! las siete... a correr.


Esta soy yo mientras me tomo el primer café de la mañana...


Pero si me he levantado a las seis, ¿cómo es posible que aún no esté lista? Enfundo rápidamente mi bota de piel marrón, altura media caña (en mi caso rodilla) en mi extremidad derecha, y con la otra en la mano corro hacia la cocina para ponerme el café.
Por alguna misteriosa razón, me siento obligada a hacer las dos cosas a la vez, así es que mientras hago malabarismos embuchándome el líquido negro y ardiente, termino de colocar la segunda bota en su lugar.
Cruzada de brazos y con el bolso colgando sigo mirando los numeritos del ascensor mientras llega: 10,11,12,13... 


Se abre la puerta de mi nuevo vecino, lo observo entrecerrando los ojos; mallas verde lima, anorak ajustado, auriculares más rosas y más grandes que los míos, y deportivas ultimo modelo con tendencia a la compensación, ¿nunca os he hablado de la ley de la compensación en los tíos? se da más con los coches, pero en este individuo resaltaba en sus deportivas, cuanto más grandes y llamativas más pequeño tiene el... ego, confianza en sí mismo, pene... cualquier cosa, vaya usted a saber. Perdón que desvaríe.

-Hola vecina -saluda muy simpático y con mucha energía ¿acaso existe una tortura peor a las siete de la mañana?
Por toda respuesta asiento con mi cabeza enfundada en una gorro marrón de pelo a lo ruso.
-¿Sabes? -continúa -normalmente no subo en ascensores -me enseña una blanquísima sonrisa llena de perfectos dientes.
-Aha -contesto, ¡como si me importara!
-Pero aprovechando que estás aquí, pues bajo contigo -sentenció.
Mi oportunidad de borrarle la estúpida felicidad matutina de un plumazo. 
-¿Y qué piensas que voy a hacer yo exactamente por ayudarte, si se para el ascensor? -Estoy casi segura de que en mi colmillo brilló una malvada estrella, casi, casi segura.
-Eh... yo... esto... ¿sabes? me olvidado algo dentro. ¿Qué se le va a hacer? Baja tú y ya bajo yo andando, total así bajo todos lo días, es bueno para la salud...
Bla, bla, bla, hace media hora que he dejado de escuchar.
Clink.
-Encantada de conocerte vecino -grito mientras se cierra la puerta.
14,13,12,11,10,10,10,10...
-¿Qué demonios...? -Clinck -Esto no puede estar pasando. ¡Me cago en el puto karma de los cojones!
-¿Vecina estás bien? tranquila voy a pedir ayuda -lo que faltaba, mister auriculares en mi rescate, podría ser peor.
-¿Qué pasa? -oigo una voz de barítono en el exterior.
-Caperucita se ha quedado encerrada en el ascensor.
-¡Oye que te estoy oyendo! -me quejo ante el apodo.
-Uy, perdona, es que...
-Hombre Caperucita, soy tu lobo, tranquila que soplaré y soplaré y la puerta derribaré.
-Eso es de otro cuento ¡idiota! -¿por qué me tiene que pasar esto a mi? 
-¿Qué pasa? -esta vez escucho al portero, genial, este también me odia...
-Caperucita se ha quedado encerrada en el ascensor -informa encantado mister mallas amarillas.
-Que no cunda el pánico -contesta el hombre de gris, quizá no me odie tanto como yo pensaba -podemos hacer como que no nos hemos enterado, tardaría unos días en morir de inanición y...
-Podéis iros todos a la mierda, he dado a la campanita y el gilipollas del ascensor vendrá a sacarme de aquí en breve.


-O tal vez tarde un poquito...- mierda, el del ascensor, la comunicación seguía abierta. Me dejo caer sobre mis talones, las lágrimas de frustración están a punto de salir corriendo por mi cara... cuando el sonido de las puertas abriéndose me hace levantar la cabeza con una genuina sonrisa, me prometo a mí misma besar al responsable de sacarme de allí, sea quien sea.
Y ahí está él... André, mi lobo. ¡Joder! no podía haber sido el portero no, tenía que ser él.
-Hola mi amor, soy yo tu lobo... -me dice cantando mientras extiende una mano para ayudarme a salir. 
Una promesa es una promesa.


Me planto delante de él, respiro hondo, lo agarro de las orejas y le planto un húmedo y sensual beso matutino con sabor a café y miedo. Terminado. Me aliso la ropa y le doy al botón del ascensor de al lado para bajar de una buena vez. Los segundos parecen eternos. ¡Por fin! Entro con la cabeza muy alta y aprieto el menos uno.
-Señores... -me despido con una inclinación de cabeza mientras las puertas se cierran.



-La próxima vez la saco yo -sentencia el portero. André no es capaz de decir nada.
-Si fueras tú, te sacaría yo -le dice mister mallas al lobo, mientras le pone una mano en la cintura.
-Sigo siendo hetero -contesta André mientras se quita la mano de encima.
-Una lástima.
-Sí, ya -.